Prevenir un accidente
cerebrovascular no significa complicarse la vida ni seguir
tratamientos difíciles o caros. Los pequeños cambios en los hábitos
diarios marcan la diferencia. El riesgo de un
accidente cerebrovascular o ACV puede disminuirse si se adoptan
medidas claras relacionadas con la salud y el estilo de
vida.

Controlar la presión
arterial
La hipertensión es uno de los principales
factores de riesgo. A menudo se la llama el “asesino silencioso”
porque daña las arterias sin producir síntomas claros al principio.
Llevar un registro regular, incluso en casa con un tensiómetro,
ayuda a detectar cambios antes de que sea tarde. Reducir la sal,
hacer ejercicio diario y consultar al médico sobre medicación
asegura que la presión se mantenga en límites
saludables.
Mantener un peso
saludable
El sobrepeso y la obesidad
pueden aumentar hasta un 64% el riesgo de ACV. Acumular grasa,
sobre todo en el abdomen, eleva la
presión arterial y puede causar
diabetes tipo 2. Pequeñas reducciones de peso, como perder un
5% del total corporal, ya reducen el riesgo. Limitar
refrescos, postres y alimentos ultraprocesados contribuye
a alcanzar este objetivo.
Cuidar el colesterol
El exceso de colesterol LDL en sangre produce
depósitos en las arterias que dificultan el paso de la sangre. Este
problema, conocido como aterosclerosis, favorece bloqueos en el
cerebro. Algunos cambios, como sustituir mantequillas por
aceites vegetales y aumentar el consumo de vegetales,
mejoran el perfil lipídico. El médico puede sugerir análisis
regulares y medicación si es necesario.
Dejar
de fumar
El tabaco multiplica el riesgo de ACV. Fumar
daña directamente las paredes vasculares y vuelve la sangre más
propensa a formar coágulos. Dejar de fumar es una de las decisiones
más poderosas para proteger el cerebro y el corazón. Incluso
quienes han fumado durante años notan beneficios en unas
pocas semanas.

Hacer ejercicio de forma
regular
La actividad física no solo ayuda a mantener el
peso, sino que disminuye la presión arterial y mejora la
salud del corazón. Caminar, bailar
o andar en bicicleta bastan. Las recomendaciones apuntan a 150
minutos semanales de ejercicio moderado, como una caminata rápida,
o 75 minutos de ejercicio vigoroso. La constancia multiplica los
efectos positivos.
Seguir una dieta
equilibrada
Una alimentación saludable, como la dieta
mediterránea, protege el sistema vascular. Se basa en verduras,
frutas, aceites vegetales, frutos secos y pocos alimentos
procesados. Disminuir la ingesta de azúcares y grasas saturadas
ayuda a controlar el peso y los niveles de
colesterol. Un plato colorido es un plato más seguro para
el cerebro.
Controlar la diabetes
La diabetes mal controlada desgasta los vasos
sanguíneos y acelera los procesos de obstrucción. Es clave realizar
controles regulares y mantener la glucosa en niveles recomendados.
Cambios sencillos como reducir el consumo de bebidas azucaradas,
comer porciones más pequeñas y elegir alimentos ricos en fibra
marcan la diferencia.
Dormir
bien
El sueño insuficiente o de mala calidad tiene
efectos negativos sobre la presión arterial, el metabolismo y la
salud vascular. Dormir entre 7 y 9 horas por noche permite que el
cuerpo se repare y regule. Mantener horarios regulares y evitar
pantallas antes de dormir mejora la calidad del descanso.
Evitar el sedentarismo
Sentarse durante largos períodos perjudica el flujo sanguíneo y
aumenta el riesgo de coágulos. Interrumpir el tiempo sentado cada
hora, aunque sea de pie o caminando, fomenta la circulación
y protege el cerebro. Los pequeños movimientos diarios
suman grandes beneficios a largo plazo.
Manejar el estrés
El estrés constante dispara la presión arterial
y puede llevar a malos
hábitos. Respirar profundo, reservar momentos para relajarse o
practicar meditación
ayuda a reducir la tensión. Compartir tiempo con seres queridos y
salir a la naturaleza también ayuda a bajar el nivel de estrés
acumulado durante el día.
Adoptar cualquiera de estas acciones cada día fortalece
el cerebro y el corazón. Los cambios se notan con el
tiempo y se suman. Ponerse en movimiento, cuidar la alimentación y
escuchar al cuerpo permite reducir un riesgo que crece con la edad
y los antecedentes familiares. Mantenerse al tanto de la salud y
acudir a chequeos médicos regulares son aliados para una
vida larga y activa.


