En la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) del martes 23 de diciembre de 2025, convocada para abordar el despliegue militar de Estados Unidos cerca de Venezuela, quedó en evidencia que el trasfondo es la disputa geopolítica y geoeconómica entre Washington y Beijing en América Latina y el Caribe, un movimiento de tropas no visto en la región desde la Guerra Fría.
El embajador estadounidense ante la ONU, Michael (Mike) Waltz, defendió la movilización de tropas y el endurecimiento de sanciones como herramientas necesarias para “proteger el hemisferio” y restringir los recursos del gobierno venezolano. Waltz añadió que su país “hará todo lo que esté a su alcance para proteger el hemisferio occidental, sus fronteras y al pueblo estadounidense”.

Sun Lei, representante permanente adjunto de China ante la ONU, condenó el despliegue militar estadounidense en el Caribe y rechazó cualquier forma de injerencia externa en los asuntos de Venezuela. Asimismo, subrayó que Beijing publicó recientemente su Tercer Documento de Relaciones con América Latina y el Caribe, donde reconoce a la región como un espacio estratégico en el Sur Global.
El embajador chino expresó que su gobierno tiene la firme voluntad de profundizar la cooperación con América Latina y el Caribe, promoviendo equidad, solidaridad, desarrollo, paz y seguridad. La intervención de Sun Lei proyectó al gigante asiático como un actor decidido a disputar la influencia hegemónica que Washington ha mantenido en el continente por más de un siglo.
Vasily Nebenzya, embajador ruso ante el Consejo de Seguridad, centró su intervención en condenar los ataques estadounidenses contra embarcaciones venezolanas, calificándolos como actos de agresión que contravienen el derecho internacional. A diferencia de China, Rusia se limitó a formular críticas diplomáticas frente a la fuerte presencia militar de Estados Unidos en el Caribe.
El comportamiento de los representantes de China y Rusia en la reunión refuerza la percepción de que, en el escenario latinoamericano, Moscú actúa fundamentalmente como un crítico del poder estadounidense, en gran medida alineado con los intereses estratégicos de China. En contraste, Pekín no solo censura el accionar de Estados Unidos, sino que además desafía, propone y ejecuta proyectos concretos, especialmente a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda.
**Comercio e inversión consolidan la fuerte presencia de China en la región**
El gigante asiático ya se ha consolidado como principal socio comercial de países como Brasil, Chile, Perú y Uruguay, así como el segundo socio comercial de la mayoría de las naciones de la región, incluida la República Dominicana.
Además, en América del Sur desarrolla grandes proyectos como el Corredor Bioceánico Central, que busca conectar el puerto de Chancay en el Pacífico con el puerto de Santos en el Atlántico, a fin de tener una alternativa terrestre para reducir la dependencia del Canal de Panamá.
Igualmente, construye en Argentina uno de los mayores parques solares de la región, en Cauchari, así como un observatorio espacial en Neuquén. También lidera un gran proyecto de litio en el Salar de Uyuni en Bolivia. Sumado a esto, la revista japonesa Nikkei Asia informó recientemente que la empresa estatal china Jiangxi Copper comprará el proyecto Cascabel, en Ecuador, por alrededor de 1.200 millones de dólares para producir cobre, oro y plata.
La fuerte presencia del gigante asiático en América Latina y el Caribe lo ha convertido en el competidor más formidable de Washington en la región desde principios del siglo XXI, en la medida en que su nivel de influencia ya supera incluso al que alcanzó la Unión Soviética durante la Guerra Fría.
**Redacción FV Medios**
**REDACCIÓN FV MEDIOS**



