Revocan mandatos en irrespeto a la voluntad popular

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Cuando el Poder Ejecutivo se decanta por incluir en su gabinete o llevar a alguna otra función primordial del Estado a alguien ungido por el voto popular (vox populi vox dei) como es el caso del alcalde electo de La Vega, Kelvin Cruz, convertido de buenas a primera en Ministro de Deportes, la institucionalidad democrática es tomada de relajo y ha ocurrido más de una vez en los últimos años. El caso de este flamante triunfador que tan mayoritariamente los veganos pretendían mantener en la jefatura de su gobierno local llama la atención precisamente por eso: su popularidad fue útil para una simulación que tomó de tontos a los votantes: fueron a urnas sin saber que su decisión sería cercenada de la única manera que podía dar resultado la trastada: escondiendo la verdadera intención de que tras redituarle al oficialismo la retención mediante sufragios de un enclave municipal de los más importantes de la República, un irreverente movimiento de fichas iba a poner al «héroe» del desplante en un codiciado cargo ministerial de dimensión nacional; que las municipalidades, por mucha relevancia que se quiera reconocer a cualquier ciudad con historia como es La Vega, resultan de poquedad presupuestal por un permanente escamoteo por carecer de prioridad para los juegos del poder. Reprobación, en nombre de todos los munícipes, a tales nombramientos y a quienes los aceptan. Un “ponte tú” en lugar del que se ofrecía al discernimiento ciudadano. Si es cuestión de “candados”, contra esto faltaría uno.

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