Nada más divino que una bocanada de aire, especialmente cuando nos estamos ahogando, ese aire es vida que estremece, el aire es igual pero nuestra situación no, y por eso valoramos esa respiración exageradamente. El aire sigue costando lo mismo, “nada” pero nuestra vida dependía de ello y en ese momento respirar lo vale todo. Sabemos lo que pasaría si no subiéramos a la superficie o ensancháramos los bronquios… Por tanto, cada respiración vale nuestra vida completa.
Cada bostezo debería hacernos recordar que es por gracia de Dios que estamos aquí, y dependemos de Dios absolutamente. El éxito temporal, la cultura, la vanidad y el orgullo nos han hecho creer que somos autosuficientes pero nada más insensato. Si respiras con regularidad es porque su poder se perfecciona en tu debilidad.