Por Abril Peña
Cada 1 de octubre, el mundo celebra el Día Internacional del Café, una bebida que despierta culturas, economías y tradiciones. En República Dominicana, sin embargo, hablar de café es hablar de un sector que lucha entre el recuerdo de su época dorada, los embates de plagas devastadoras, la pérdida de mercado y un intento de renacer con nuevas tendencias como el café orgánico y de especialidad.
De potencia caribeña a productor en crisis

En las décadas de 1980 y 1990, el país producía en promedio más de 1.1 millones de quintales de café verde cada año. Hoy esa cifra se ha reducido a menos de la mitad. Según cifras oficiales, en 2023 la producción alcanzó 516,896 quintales, tras una leve recuperación en los últimos tres años, pero todavía muy lejos de los niveles históricos.
La caída tiene múltiples explicaciones: abandono de fincas, migración de agricultores a otros cultivos más rentables, envejecimiento de plantaciones y, sobre todo, el azote de la roya del café y la broca, plagas que devastaron el cultivo y provocaron la pérdida de miles de hectáreas.
En 2001 se estimaban más de 133 mil hectáreas dedicadas al café; para 2018 quedaban poco más de 75 mil. En apenas dos décadas, el país perdió casi el 43 % de su superficie cafetalera.
Un mercado cada vez más dependiente de importaciones
El debilitamiento productivo ha tenido un impacto directo en el mercado local. Hoy se calcula que una cuarta parte del café que se consume en el país es importado. En 2022, República Dominicana importó 17,743 toneladas de café verde, un incremento de más de 400 % respecto a diez años atrás.
Paradójicamente, mientras se importa más café para suplir el consumo, las exportaciones han mostrado cierto dinamismo. En 2024, las exportaciones de café manufacturado crecieron hasta los US$37.1 millones, frente a apenas US$3.9 millones en 2015. La explicación está en el valor agregado y en el café de especialidad, un segmento que abre oportunidades para el país.
El desafío de la calidad y la sostenibilidad
El café dominicano tiene una ventaja estratégica: la mayoría de su cultivo se da bajo sombra, en sistemas agroforestales, lo que permite conservar biodiversidad y facilita la transición hacia prácticas orgánicas. De hecho, el país cuenta con condiciones para expandir su mercado de café orgánico y sostenible, cada vez más demandado en Estados Unidos y Europa.
Sin embargo, el reto es mayúsculo: certificaciones, trazabilidad, estándares de calidad y capacidad de oferta estable. Muchos productores aún carecen de acceso a financiamiento, asistencia técnica y tecnologías modernas de beneficio y postcosecha.
Un renacer posible
El gobierno asegura que la producción de café ha crecido un 50 % en la presente administración, pasando de 242 mil a más de 500 mil quintales. No obstante, todavía estamos lejos de la autosuficiencia y de recuperar la gloria perdida.
Expertos coinciden en que el futuro del café dominicano pasa por:
Reforzar la lucha contra plagas con investigación, nuevas variedades resistentes y programas de renovación.
Ampliar el acceso a crédito rural y asistencia técnica para pequeños productores.
Impulsar cadenas de valor en café de especialidad y orgánico, capaces de colocar el producto dominicano en nichos de alto precio.
Promover la asociatividad de los caficultores para mejorar la negociación y el acceso a mercados internacionales.
Más que una bebida, una identidad
En un país donde el café no solo se bebe, sino que se comparte como símbolo de hospitalidad y cultura, la crisis del sector no es un tema menor. Cada taza que servimos en los hogares dominicanos refleja una cadena productiva que necesita apoyo, inversión y visión de futuro.
Hoy, en el Día Internacional del Café, el llamado es a recuperar ese aroma que alguna vez nos dio prestigio en el Caribe y que todavía tiene potencial para convertirse en una marca país.


