Relatos es viejo Lolo y moradores

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En las montañas de Monabao, en Jarabacoa, provincia La Vega, una historia ha pasado de generación en generación, tejida entre susurros y advertencias. Se trata de relatos sobre presuntos secuestros de niños, atribuidos a enigmáticas figuras conocidas como “los indios”, quienes, según los lugareños, aún caminan por los parajes rurales de la zona.ç

Uno de los vecinos más conocidos por compartir estos relatos es Lolo, quien recuerda vivencias que marcaron a la comunidad. “Sí, porque ellos se llevaron un muchacho de ahí abajo, de los Yemanabau”, aseguró con firmeza, haciendo referencia a un episodio en el que una mujer, identificada solo como la India, habría solicitado a un hombre que le entregara un niño “inocente, criado”.

Según los relatos, la escena tuvo lugar en una extensa finca ganadera entre Abreu y los montes de Arroyo Frío, un territorio donde pastaban vacas bravas y que servía como conexión entre varias comunidades.

Lolo recuerda que el niño en cuestión no era tan pequeño, lo que al parecer cambió el desenlace del supuesto plan. Sin embargo, el misterio no termina ahí.

Se dice que en la historia intervino un hombre con conocimientos espirituales, quien, tras tres días de búsqueda sin éxito, se dirigió a la multitud con una afirmación impactante: “Sigan mi amén, que hoy vamos a ir muchachos”. Según su relato, si todos tenían fe y seguían sus indicaciones, lograrían encontrar a los niños.

De acuerdo con la versión oral, en el caso estuvieron involucrados dos menores desaparecidos: uno del paraje Mata Limón y otro de Monabao. La comunidad, conmovida por la esperanza de recuperar a los niños, se unió en una búsqueda colectiva, confiando en que pronto los encontrarían.

“La gente poniéndole cuidado al hombre y creyendo en su palabra, se entregaron”, narró Lolo, recordando la emoción de quienes esperaban recibir la buena noticia. “Donde quiera que estén, no están bien”, era el pensamiento que resonaba entre los habitantes.

Con el tiempo, los detalles de la historia han ido cambiando y cada versión puede diferir, pero el relato sigue vivo en la memoria de los pobladores de Jarabacoa.

Desde entonces, los padres de Monabao cuidan con especial atención a sus hijos, y los caminos que conducen a Arroyo Frío aún guardan el eco de advertencias que, al caer la tarde, siguen escuchándose entre murmullos.

 

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