Vuelto Trump a la Casa Blanca, las esperanzas de sus votantes y temores de sus contrarios comienzan a redefinir el balance geopolítico latinoamericano. Es hora de la “realpolitik”, decisiones soberanas basadas en objetivos prácticos y materiales, no postulados teóricos o alegadamente éticos. Afortunadamente, los dominicanos compartimos con los estadounidenses valores como la legalidad democrática, el rechazo a las dictaduras de Maduro, Ortega y Díaz Canel y una visión similar sobre la necesidad de controlar la inmigración irregular. Además, no estamos en el radar de los gringos entre los países que amenazan su seguridad nacional ni intereses comerciales. Nuestro Gobierno en cambio recibe piropos por su desempeño, incluyendo el exitoso combate al narcotráfico, de intensidad sin precedentes. Por eso, en la explosiva coyuntura en que Colombia y México amenazan con vías de fuerza para contrariar a Trump posteando viscerales intercambios, debemos mantener la cabeza fría, sin imitar esas fanfarronadas improductivas, innecesarias e irrealizables. El presidente Abinader y el canciller Álvarez deben aprovechar la visita anunciada de Marco Rubio para ofrecer plena cooperación para identificar, detener y procesar a dominicanos en Estados Unidos que sean delincuentes, especialmente ligados al narcotráfico. Estrechar nuestra alianza con Washington nos dará mayor autoridad moral para esperar reciprocidad y que el alineamiento de intereses patrióticos beneficie a la mayoría de los dominicanos. En todo, la macana legal supera cualquier contemporización.
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