Ramón Oviedo: 100 años (II)

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La década de 1960 resultó ser definitoria en la carrera artística de Ramón Oviedo, pues no solo participó en su primera muestra colectiva en 1964 en el edificio Baquero en la Ciudad Colonial, sino que también presentó su primera exposición individual en la Galería Andre’s en Santo Domingo en 1966. Estos eventos marcaron el inicio de una travesía creativa que transformaría la visión del artista respecto a su entorno.

Al año siguiente, en 1967, Oviedo fue invitado a la IX Bienal de Sao Paulo, Brasil, donde alcanzó nuevos lauros a nivel internacional. Su vinculación junto a otros artistas al Grupo Proyecta en 1968 reflejó no solo su destreza artística, sino también su resistencia al desafiar las convenciones y abogar por la autonomía creativa.

Su carrera continuó en ascenso, al recibir tanto en 1969 como en 1970 el primer premio de pintura en el concurso auspiciado por E. León Jimenes. Su participación en diversas muestras consolidó su estatus como figura central en el panorama artístico, y fue invitado en 1973 a la XII Bienal de Sao Paulo, Brasil.

La década de 1980 marcó un auge significativo en la proyección internacional de Ramón Oviedo. Un hito destacado fue la presentación de sus murales “Mamamérica” (1982) en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington, y “Cultura petrificada” (1992) en la Unesco en París. Estos eventos no solo ampliaron su influencia, sino que también enriquecieron el patrimonio artístico global con la singularidad y maestría de su obra.

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La retrospectiva monumental de 1988 en la Galería de Arte Moderno, acompañada del libro “Oviedo 25 años: trascendencia visual de una historia”, de la mano del escritor y crítico de arte Efraím Castillo, subrayó su relevancia en el contexto artístico dominicano.

El maestro Oviedo continuó su viaje creativo, inaugurando obras murales y presentando exposiciones de gran sentido social e histórico. Su contribución a la cultura dominicana y su legado perduran, recordándonos que su obra más que arte; es un testimonio vivo de la identidad y la creatividad de su lar nativo. Un barahonero para la historia.

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