¿Qué le pasa a nuestro cuerpo cuando sufrimos por desamor, según la ciencia?

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“The Tortured Poets Department” («El Departamento de los Poetas Torturados») se suma a ese océano de bellas y conmovedoras obras de todos los tiempos que nacen de lo que sientes cuando alguien te desgarra el corazón.

O lo rompe, o lo hace pedazos o cualquiera de esas metáforas que usamos para tratar de expresar la miseria absoluta y abyecta que se siente al ser rechazado por alguien a quien todavía estás profundamente apegado.

A pesar de que lo que estás padeciendo es dolor emocional, muchas de esas descripciones apelan a sensaciones físicas, pues, confirmarían muchos, así se siente.

Eso constató Florence Williams, cuando, tras una relación de tres décadas que incluyó matrimonio y dos hijos, se topó con un correo electrónico escrito por quien fue su pareja desde que su adolescencia.

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Era un mensaje de amor… para otra mujer

Nunca antes le habían roto el corazón pero pronto aprendió que «los clichés del desamor no son para nada melodramáticos».

«Sentí como si me hubieran hachado el corazón, como si me faltara una extremidad, estuviera a la deriva en un océano, en medio de un bosque aterrador. Me sentí en peligro», escribió.

«Me quedé realmente anonadada por lo profundamente que lo sentí, no solo emocionalmente, sino también físicamente», le dijo al programa BBC Inside Science.

«Sentí una ansiedad intensa. Sufrí de insomnio. Perdí alrededor de 20 libras de peso en pocos días».

Cuando se hizo exámenes de laboratorio, encontraron que «tenía problema con mis bacterias intestinales, los niveles de glucosa estaban muy bajos, mi páncreas dejó de funcionar bien por lo que 5 o 6 meses después de la separación, me diagnosticaron una enfermedad autoinmune: diabetes tipo 1».

Eso también es desamor, apuntó, y dado que Williams es escritora y periodista científica, la experiencia la impulsó a buscar respuestas pues «tenía tantas preguntas sobre por qué me sentía como me sentía».

«Me interesaba mucho investigar por qué mi sistema inmunológico de alguna manera estaba escuchando mi estado social o emocional y cómo todo estaba conectado».

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Así que se dedicó a hablar -y hasta a involucrarse en experimentos- con científicos.

A nivel celular

Entre las primeras cosas que descubrió fue que, aunque se ha investigado mucho sobre cómo nos enamoramos, la ciencia no le ha dedicado tanto tiempo al final de esa historia.

Pero hay varias piezas de investigación que empiezan a armar ese rompecabezas.

Una de las más interesantes la encontró de la mano de Steve Cole, profesor de Medicina, Psiquiatría y Ciencias Bioconductuales en la Facultad de Medicina de UCLA, EE.UU., quien lleva décadas investigando la genómica social.

La genómica es un campo interdisciplinario que estudia la función, estructura, evolución, mapeo y edición de todo el ADN de un organismo.

En 2007, Cole, con John Cacioppo, profesor de Psicología y Neurociencia Conductual de la Universidad de Chicago, entre otros, identificaron un vínculo entre la soledad y la forma en que se expresan los genes en un pequeño estudio, repetido desde entonces en ensayos más grandes.

Todos estos años después, Cole le dijo a Williams que la soledad es uno de los factores conocidos más tóxicos.

Le describió el desamor como «la mina terrestre oculta de la existencia humana», pues cuando explota puede ser devastador para nuestra salud física y mental, pero que sigue sin ser debidamente reconocido.

Al final

Además de esa fascinante visión de cómo evolucionamos para responder a ese tipo de pérdida y abandono, Williams se enteró de otras formas en las que nuestros cuerpos responden a este tipo específico de dolor.

Una de las cosas más interesantes, cuenta, es que cuando nos enamoramos, las actividad de partes de nuestro cerebro que producen hormonas del estrés aumenta.

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Es como si desde el principio se estuviera preparando para el final.



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