Qué es el ‘efecto Hillary’ que los demócratas temen que se produzca de nuevo en las elecciones de EEUU

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Apenas falta un mes para que los estadounidenses acudan a las urnas el próximo 5 de noviembre y las expectativas son positivas para los demócratas: según la media de las encuestas, publicada por el The New York Times, Kamala Harris ganaría las elecciones con el 49% del escrutinio. 

Aunque la vicepresidenta ha logrado revertir las encuestas y darle la vuelta a la campaña adelantando a Trump en los sondeos, los demócratas no pueden confiarse: los analistas apuntan a que serán las elecciones más reñidas de la historia reciente en EE UU y el ‘fantasma’ de 2016 aún atormenta a los demócratas, precisamente ante el mismo rival que rompió todos los pronósticos hace 8 años.

Las elecciones, en el aire por un puñado de votos

Si hay algo que caracteriza a las elecciones de Estados Unidos es que apenas un puñado de votos pueden decidir el resultado final, pudiendo incluso dar la victoria al candidato menos votado. Esto se debe al sistema winner-takes-all: quien gana un Estado, aunque sea por un voto, se lleva todos los delegados de ese Estado. De esa forma, el candidato con más delegados electorales (“diputados” en el Colegio que elige al presidente) no tiene por qué ser el que más votos tenga.

Cada voto cuenta en las elecciones estadounidenses, y en un escenario tan ajustado, las mayorías a las que apuntan las encuestas penden de un hilo. Según los sondeos y con los resultados actualizados, Kamala Harris tendría 270 delegados electorales y sería presidenta por la mínima, quedando Trump con 268. 

Sin embargo, si buscamos certezas y tenemos solo en cuenta los estados en los que ambos tienen una ventaja amplia sobre el segundo, la partida queda en 226 a 219 para la demócrata. En juego quedan los 93 delegados de los llamadosswing states‘ o estados bisagra: aquellos que no tienen una tendencia de voto definida y no son feudos demócratas o republicanos: allí, el mínimo detalle puede determinar un gran numero de delegados y, en última instancia, la presidencia.

Todo esto significa que, pese a que las encuestas den por ganadora a Harris, el margen es tan escaso que los demócratas temen ‘vender la piel del oso antes de cazarlo‘, es decir, relajarse y dar a entender que la victoria está hecha. Saben por experiencia que deben mantener movilizado al electorado para evitar sorpresas como la de 2016, que algunos han bautizado como el “efecto Hillary”.

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El precedente de Clinton en 2016, un trauma que los demócratas no quieren repetir

Todo se remonta aquellas complejas elecciones, celebradas entre sospechas de injerencia rusa y la polémica de los emails, en las que Hillary Clinton parecía destinada a ser la primera presidenta de Estados Unidos. 

A la misma distancia que queda ahora para los comicios de 2024, la presidenta tenía entonces 2,8 puntos de ventaja sobre Trump, pero nadie discutía que sería la ganadora: para la mayoría de analistas era inconcebible lo que acabo pasando aquella noche en la que el magnate neoyorquino pasó a ocupar la Casa Blanca pese a tener casi 3 millones menos de votos.

Los votantes y la candidatura quedaron incrédulos y enmudecidos en una noche en la que Clinton ni siquiera compareció aquella noche para conceder la derrota: un trauma que perdura ocho años después y por el que los demócratas se mantienen prudentes y cautos a la vez que vigilantes ante los ajustados sondeos.

Tanto Harris como personalidades del partido como los expresidentes Obama o Bill Clinton han llamado a los votantes a “no distraerse” con las estrategias republicanas y “hacer algo” para aupar a Harris al Despacho Oval el 5 de noviembre.

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