Puños o Puches: La guerra de estilos entre la diplomacia de Estados Unidos y la de China

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A lo largo del siglo XXI, el mundo ha sido testigo de dos formas radicalmente distintas de ejercer el poder global. Por un lado, la diplomacia dura —bélica, punitiva, basada en alianzas militares y sanciones económicas— que caracteriza a Estados Unidos. Por otro, la diplomacia blanda —comercial, cultural y muchas veces silenciosa— que China ha perfeccionado como su principal herramienta de expansión.

Ambas potencias persiguen lo mismo: influencia geopolítica, acceso a recursos estratégicos y posicionamiento global. Pero el camino que han elegido para alcanzarlo no podría ser más distinto.

**¿Qué es la diplomacia dura?**

La diplomacia dura, también conocida como hard power, se basa en la coerción, el uso de la fuerza o la amenaza del castigo para lograr objetivos. Se expresa en intervenciones militares, bloqueos económicos, sanciones, presión diplomática y presencia bélica directa.

Estados Unidos ha sido el mayor exponente de este modelo desde la Segunda Guerra Mundial. Lo ha aplicado en Irak, Afganistán, Siria, Libia, Irán, Venezuela, Cuba y otros países.

Pero su poder no se limita a los cañones. También ha construido un imperio cultural y económico sin precedentes: medio planeta habla inglés como segunda lengua, celebraciones como Halloween y Black Friday se extienden globalmente, el dólar estadounidense es moneda de reserva mundial, y empresas como Hollywood, Netflix, Google, Apple, McDonald’s y Nike se han convertido en símbolos globales.

**La diplomacia blanda (pero agresiva) de China**

Frente a eso, China apuesta por una diplomacia blanda (soft power) que se expande a través de comercio, infraestructura, cooperación tecnológica y préstamos estratégicos. La Iniciativa de la Franja y la Ruta conecta más de 60 países con megaproyectos financiados por Pekín.

A diferencia de EE.UU., China no exige cambios políticos, reformas democráticas ni derechos humanos como condición para hacer negocios. Solo pide lealtad estratégica: nada de reconocer a Taiwán, nada de criticar sus acciones en el Mar del Sur de China o Xinjiang.

**¿Y América Latina? ¿Colaboradores o colonias?**

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En América Latina la situación es compleja. Estados Unidos tiene bases militares, tratados preferenciales, presencia en organismos multilaterales y una agenda diplomática que muchas veces influye en las políticas regionales.

China, por su parte, entra con inversiones en energía, infraestructura, minería, tecnología o agricultura, sin pedir cambios de modelo. Pero el costo puede incluir deuda impagable, dependencia tecnológica o pérdida de control sobre sectores estratégicos.

**Orígenes históricos y explicación sociológica**

Estados Unidos se concibe como líder natural del mundo libre, con una cultura política que mezcla excepcionalismo y expansionismo. China arrastra el trauma de los ‘100 años de humillación’ por parte de las potencias coloniales, con una estrategia más paciente y transaccional.

**Dos caminos, un mismo objetivo**

En el fondo, ambas potencias buscan lo mismo: tener la última palabra en las decisiones del mundo, controlar rutas comerciales, garantizar aliados estratégicos y acceso a recursos.

La pregunta que debe hacerse República Dominicana y el resto de América Latina no es con quién alinearse, sino cómo evitar ser peones en una partida donde ni siquiera son dueños del tablero.

**REDACCIÓN FV MEDIOS**