La temporada de huracanes empezó oficialmente el 1 de junio en el Atlántico Norte y terminará el 30 de noviembre. Se dan todas las condiciones climáticas para una temporada fuera de lo común, con el doble de huracanes de lo habitual. En particular, el regreso de La Niña, que ya provocó una temporada extraordinaria en 2005, especialmente con el huracán Katrina, que se cobró la vida de más de 1.800 personas.
Los meteorólogos de la Agencia Meteorológica estadounidense estiman que este año habrá entre 17 y 25 grandes depresiones, y de ellas, entre 8 y 13 podrían convertirse en huracanes, es decir, con vientos de más de 119 km/h. Entre cuatro y siete de ellas podrían incluso soplar por encima de los 180 km/h y clasificarse como categoría 3 o incluso superior. Por ejemplo, el huracán Otis, que azotó Acapulco (México) en otoño de 2023, fue de categoría 5, con rachas de más de 270 km/h, causó daños considerables y mató a unas cincuenta personas.
La agencia estadounidense considera que sus previsiones estacionales son fiables en un 70%, y nunca antes había estimado un número tan elevado de huracanes, esperándose alrededor del doble de lo habitual a estas alturas del año. El Caribe, el Golfo de México y la costa sureste de Estados Unidos serán las más afectadas, pero en términos de riesgos para las personas, no todos estos huracanes tocarán tierra, por lo que no representan necesariamente un peligro.
Huracán, ciclón tropical o tifón, estas palabras difieren según el lugar del planeta en el que nos encontremos, pero en realidad se refieren al mismo fenómeno, y si la temporada se perfila especialmente intensa es porque se están dando unas condiciones meteorológicas especiales con el fin del fenómeno natural de El Niño y la llegada de su contrario, La Niña.
Más ciclones, más intensos
Mientras que El Niño, el “enfant terrible”, es responsable de un aumento de la temperatura global (con el cambio climático, esto explica por qué 2023 y principios de 2024 serán muy calurosos en todo el planeta), su hermana pequeña, La Niña, es responsable de un ligero enfriamiento general. Esta transición de una a otra provoca un cambio en las corrientes atmosféricas superiores, mucho más tranquilas en la región del Caribe. Los ciclones se forman verticalmente, a varios kilómetros de altura en la atmósfera. Sin estos vientos que los barren y desgarran, podrían formarse muchos más ciclones.
También es probable que estos ciclones sean intensos, ya que la temperatura del océano Atlántico lleva batiendo récords desde hace más de un año. Esta ola de calor marino alimentará los ciclones y los hará más potentes. Un agua más caliente significa más evaporación. Toda esta humedad acelerará el sistema de convección ciclónica y acabará cayendo en forma de fuertes lluvias.
El cambio climático empeora la situación
¿Por qué se ha calentado tanto el Atlántico en los últimos 12 meses? Los científicos siguen sin poder explicarlo del todo. Una hipótesis es que la prohibición de utilizar combustibles altamente contaminantes en el transporte marítimo es responsable, al menos en parte, de este calentamiento. Aunque las partículas contaminantes del aire son peligrosas para la salud, actúan como un escudo contra los rayos del sol sobre el océano. Otra hipótesis es que la erupción del volcán Hunga Tonga hace dos años arrojó una enorme cantidad de vapor de agua, que también contribuyó a calentar el aire. Por último, también puede haber un elemento de azar y de variabilidad natural del clima.
Lo que es seguro, sin embargo, es que el cambio climático está contribuyendo a todo esto. Se ha demostrado que está empeorando la situación y calentando aún más las aguas. Así que podemos esperar ciclones más frecuentes y violentos en el futuro, según los investigadores.
Por eso, tenemos que prepararnos urgentemente y, sobre todo, para limitar al máximo estos súper huracanes aún más destructivos, tenemos que dejar de quemar petróleo, gas y carbón, porque eso es lo que provoca el cambio climático.