Ponce, ciudad patrimonial puertorriqueña – Periódico elCaribe

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Jorge A. Figueroa Irizarry
Curador General División de Patrimonio Histórico Municipio Autónomo de Ponce Doctorado Historia del Caribe PUCMM
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En la primera etapa de la colonización española en Puerto Rico, el reparto de las tierras señoriales de los Ponce de León en el sur de la isla propició la fundación de poblados como fue el caso de la oficialización Nuestra Señora de Guadalupe de Ponce, entre 1670 al 1692. Antes de su etapa fundacional, el hato ganadero y luego sitio de Ponce fue centro de las actividades contrabandistas en la región suroeste de la isla. Embarcaciones de matrícula no españolas con destino a los puertos de las islas caribeñas francesas, inglesas, danesas y holandesas, hacían una parada obligada en el rústico puerto ponceño, a los fines de establecer con la población un intercambio ilegal de productos agrícolas y otros artículos. La conversión de Ponce en poblado respondió a las medidas reguladoras del Estado por mantener el control de esas tierras, la actividad portuaria y su gente. El incendio de 1820 que destruyó 3/4 parte del poblado implicó un renacimiento urbano según el plano del ingeniero militar Alejandro Ordoñez.

Las nuevas leyes de incentivo agrícola para inmigrantes blancos y católicos, entre ellas la famosa Real Cedula de Gracia de 1815, sentó las bases del futuro económico del partido sureño y la región. A partir de la década de 1820, habilitado el puerto en 1804 y con franquicia de barcos de cabotaje Ponce se incorporó al incipiente sistema económico denominado como “capitalista nacional señorial”, el partido ponceño asumió un rol sociopolítico directivo en la región sur del país. y la fisionomía de los centros urbanos fue cambiando ante los requerimientos del sector productor agrícola. En paralelo al poblado de La Marina, y a los márgenes del llamado Camino Real, emergieron numerosas haciendas azucareras, cuyo paisaje dibujaba el verdor del cañaveral, las fábricas de azúcar con sus chimeneas, las casonas de la clase propietaria y los barracones de los esclavizados negros y mulatos. Ese espacio era representativo del sistema de la plantación, al convertirse Ponce en el principal centro azucarero del país al contar con sobre ochenta haciendas y una red de relaciones comerciales internacionales. En contraste, la zona central del poblado se mostraba como un espacio que ejemplificaba el poder de la iglesia, con el templo católico (1839), la autoridad militar y gubernamental con la Casa Consistorial (1844) y el Cuartel de Infantería (1864), y el civil con la Plaza del Mercado (1864), espacio de encuentro e interrelación de la sociedad civil.

Entre 1860 al 1880 se construyeron más obras públicas que en cualquier otro periodo en el desarrollo urbanístico de la ciudad. Se implantó el plan de ensanche (1867) tomando como modelo el de Barcelona según la propuesta de Félix D’ors, la construcción de obras como el Teatro La Perla (1864), el Acueducto Alfonso XII y el Hospital Municipal (1878),

De la misma manera que los cambios del paisaje urbano operaban como signo de progreso y civilización, emergía una ciudadanía que “comenzaba a configurar elementos incoativos de un proyecto alternativo de país”. Uno de los eventos que mejor representó esas aspiraciones fue la feria de exposición agrícola de 1882. El pabellón principal desde 1883 fue sede del Cuerpo de Bomberos y se conserva como museo y es símbolo de la ciudad.

Post invasión estadounidense en 1898, Ponce comenzó a experimentar un crecimiento físico evidenciado por las construcciones de suntuosas residencias y almacenes comisionados por la burguesía ponceña que fueron dotando al centro urbano ponceño de una fisonomía distinta. Las fachadas de las nuevas residencias y edificios públicos y privados mostraron las corrientes de la arquitectura modernista finisecular, con marcada influencia de Barcelona y París y diseñadas por la generación de arquitectos y maestros de obras

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Entre las décadas de 1930 al 1980, la ciudad de Ponce sufrió los embates de los nuevos tiempos marcados por las crisis económicas en los Estados Unidos, los efectos de los conflictos armados internacionales y el retraso de la modernización e industrialización del país. Con la creación de la Junta de Planificación y el Instituto de Cultura Puertorriqueña, se adoptó una política pública que fomentó la valorización, el rescate, la rehabilitación y conservación del patrimonio histórico edificado puertorriqueño. Años más tarde se aprobó un nuevo reglamento para la zona histórica de Ponce que conjugó la tradición y los fanes de modernidad.

En la década de 1980, a iniciativas del gobernador de Puerto Rico Rafael Hernández Colón se inició un programa de revitalización social, económica e urbano de la ciudad conocido como Ponce en Plan Marcha. La inversión fue de sobre $400 millones que representó una renovación de la zona histórica y la implantación de una regulación estatal y municipal para su conservación y que fue modelo para otras municipalidades. Esa política pública le mereció y su proyecto de rescate y rehabilitación la distinción de formar parte de una de las ocho ciudades del Continente Americano incluida en la Ruta Europea del Modernismo, proyecto dirigido por el Ayuntamiento de Barcelona. Los efectos del 1918 volvieron a evidenciarse en el del 2019, que causó graves daños a las edificaciones del centro histórico ponceño. En el presente la ciudad se encuentra en una etapa de rehabilitación. El Estado, la municipalidad y el gobierno federal han unido esfuerzos y recursos económicos para devolver a Ponce su señorío. Historia y ciudad convergen como testimonio de su patrimonialidad.


Centro estudios caribeños. PUCMM.

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