En ocasión de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer en mi entrega de hoy quiero empezar señalando que a las mujeres se les felicita por sus logros intelectuales, humanos y no por una simple casualidad genética. Ser Mujer no tiene ningún mérito. Lo que tiene mérito es que ellas salgan adelante y triunfen pese a todas las contrariedades que surjan en el camino.
Históricamente para poner un ejemplo la diplomacia ha tenido una clara preeminencia masculina. Sin embargo, se observa en nuestro país una mayor presencia de mujeres en cargos diplomáticos, impulsando el desarrollo de la política exterior.
En una ocasión la profesora, embajadora, ex vicecanciller y vicerrectora del Inesdyc, Alejandra Liriano, nos decía en una charla que la mujer en el servicio exterior dominicano tiene más puestos que el hombre, y que en esta gestión han nombrado más mujeres como jefa de misiones diplomática.
Se refirió también a la política exterior feminista, el cual estoy leyendo hace tiempo, y he querido escribir sobre el mismo pues nos decía la profesora Liriano que es algo que no se asimila en el país.
Y aunque existen diferentes definiciones, enfoque y modelos en función del contexto y prioridades de cada país, un elemento común de toda política exterior feminista es que posiciona la igualdad como elemento transformador tanto del país como de sus relaciones internacionales.
Su aplicación va más allá de ponerle el apellido ‘feminista’a la política exterior o nombrar más mujeres en los cuerpos diplomáticos.
Todo se inicia en el 2014, cuando la Ministra de Relaciones Exteriores de Suecia, Margot Wallstrom, anunció la primera política exterior feminista del mundo, fue recibida entre risas. Las reacciones ante una declaración que incluía un término no reconocido e ignorado. Pero luego se cambiaron las reglas, ya que se inició la institucionalización de un nuevo concepto.
La política exterior feminista está fundada en un conjunto de principios que buscan, desde la política exterior, impulsar las acciones gubernamentales para reducir y eliminar las diferencias estructurales, brechas y desigualdades de género, con el fin de construir una sociedad más justa y prospera. Pero Hacer política exterior feminista no es solo nombrar más embajadoras.
Ningún Estado, ni siquiera el más desarrollado, ha logrado cerrar la brecha de género, en relación al dominio político. Compartir el poder no es una renuncia fácil, no se trata solo de sumar a más mujeres.
Ahora bien, la política exterior feminista confiere, por un tanto, un protagonismo a Misiones Diplomáticas, Oficinas Consulares y otros organismos que canalizan nuestra acción exterior, con el fin de que asuman un papel activo en la promoción de igualdad
Y para terminar un enfoque feminista de las relaciones internacionales supone un desafío a las lógicas del poder imperante, tanto a lo interno de las cancillerías como en el abordaje de los grandes temas de la agenda global.