Pobre Venezuela | Opinión de Luis Algorri

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El juego del trile es una estafa callejera en la que un incauto trata de adivinar bajo cuál de los tres cubiletes está la bolita. Es imposible ganar porque el trilero, el que maneja el juego, atrae la atención de la víctima sobre los cubiletes, pero la bolita la tiene él.

Lo que están haciendo Nicolás Maduro y sus compinches en Venezuela es exactamente lo mismo. Robaron las elecciones presidenciales con un descaro y una desvergüenza que el mundo no había visto en lo que va de siglo, salvo en algún país africano. Esa es la bolita. Unos antes y otros después, decenas de países democráticos del mundo han denunciado el fraude y han señalado a Maduro como el trilero de esta historia.

La respuesta del dictador ha sido desatar la represión armada contra su propio pueblo y ordenar la captura del ganador legítimo, Edmundo González, un anciano sosegado y gris, casi desconocido para los ciudadanos, que ha dedicado su vida a las relaciones internacionales. Pero ganó por una proporción de siete a tres. Los venezolanos habrían votado a cualquiera que no fuese Maduro.

Y entonces se produjo el golpe de efecto. El Gobierno español, en una operación relámpago, consiguió convencer al dictador de que le entregase a Edmundo González y se lo trajo a España en un avión militar. Es decir, que le salvó la vida. Inmediatamente, el Congreso de los Diputados votó a favor de reconocer al abuelo González como presidente legítimo de su nación.



El opositor venezolano Edmundo González y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, a su llegada a una reunión, en el Congreso de los Diputados,

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Era nada más que un gesto simbólico, pero eso era exactamente lo que Maduro necesitaba. En cuestión de horas, él y sus esbirros –sobre todo sus esbirros: Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello– inundaron las televisiones dando teatrales gritos y gesticulando como histéricos: acusaban a España de “colonialismo“, de “imperialismo”, de “agresión”, y dijeron que la decisión del Congreso era una “declaración de guerra al pueblo venezolano”. 

Intentaron con todas sus fuerzas y toda su cara dura (ya lo han hecho más veces) despertar la fibra sensible y el sentimiento patriótico de los ciudadanos para que estos dejasen de hablar de lo que en realidad había ocurrido: que les han robado las elecciones en sus mismas narices. Es decir, trataron de atraer la atención de los incautos hacia un cubilete vacío en el que no estaba la bolita, que es el escandaloso fraude electoral.

Lo que le faltaba al tirano era secuestrar a dos turistas españoles, acusarlos de espionaje y de connivencia con el CNI y con la CIA (olvidaron al diablo y a los extraterrestres; estos suelen dar buen resultado entre los ignorantes cuando se intentan estos trucos) y encerrarlos hasta que… ¿Hasta qué? Pues hasta que las aguas se calmen y el mundo, como suele, mire para otro sitio. O me dejáis en paz o no os devuelvo a los rehenes. Un chantaje típico de delincuentes y de mafiosos.

Hagámonos a la idea: el trilero seguirá en el poder. Le sostienen otras tiranías (Irán, Rusia, China) y tiene, sobre todo, el apoyo de las Fuerzas Armadas, que son las únicas que podrían sacarle de su madriguera. Pero no lo hacen. Los altos mandos militares viven muy bien gracias al trilero. Así que la presión internacional servirá de poco. Pobre Venezuela

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