Dirigentes de la organización sin fines de lucro Turning Point celebraron la gran inauguración de su nuevo hogar Sisterhood Alliance for Freedom and Equality (Alianza de Hermandades por la Libertad y la Igualdad/SAFE) en el Sur-Centro de Los Ángeles.
Las nuevas, limpias y cómodas instalaciones son para una decena de mujeres que regresan a la comunidad de Los Ángeles después de su encarcelamiento.
Turning Point es miembro de la Red de Vivienda SAFE de A New Wayf of Life, un colectivo internacional de más de 30 organizaciones dedicadas a ofrecer servicios de reinserción a personas encarceladas formalmente.
“La red SAFE House está trabajando para liberar a las personas de la cárcel en Estados Unidos, llevando a las personas a casas seguras, ayudándolas a quedarse y recuperarse de la tensión del encarcelamiento y capacitándolas para liderar la lucha para poner fin al encarcelamiento masivo”, dijo Michelle Perkins, directora ejecutiva de Turning Point, antes del corte de listón.
“Cuando salvamos la vida de alguna de estas mujeres que han residido en nuestros hogares, todos nos sentimos alegres”, dijo Perkins a La Opinión. “A mí, me da una sensación de que tengo un propósito en mi vida”.
Al menos unas 700 mujeres han sido albergadas a través de Red de Vivienda SAFE ( SAFE Housing Netwok), incluyendo a Turning Point, que abrió su primer hogar en 2019. Dicha red también ha brindado otros servicios de reinserción a casi 12,000 personas anteriormente encarceladas en los últimos cinco años.
Con la apertura del segundo hogar, esperan duplicar el impacto de vivienda para las mujeres.
De hecho, Michelle Perkins señaló que el 60% de las mujeres que participan en el programa, obtienen una vivienda permanente.
“Una gran diferencia”
Según la Fundación Annie E. Casey, casi 5 millones de niños en los Estados Unidos han tenido uno de sus padres encarcelado en algún momento de sus vidas. Algunas mujeres que solicitan ayuda en Turning Point también son madres.
Y, de acuerdo con KQED, de esos cinco millones, 200,000 niños en California tienen a alguno de sus padres en una prisión estatal, una realidad que desconecta a las familias y crea entornos de inestabilidad y puede crear traumas duraderos en el desarrollo infantil, lo que podría conllevar a un posible uso de drogas y falta de vivienda.
Asimismo, las proyecciones del Departamento de Correccionales y Rehabilitación de California (CDCR) los adultos para 2024 serian 3,364 mujeres y 88,580 hombres, es decir, un total de 92,244 reclusos.
Atrapada en un ciclo de encarcelamiento y después de recobrar su libertad y comenzar una nueva vida, Susan Burton fundó A New Wayf of Life en 1998 y consiguió recursos de una comunidad rica en Santa Mónica.
“Cuando miras el número de miles de mujeres que son liberadas de la cárcel cada año, tenemos que hacer algo para ayudarlas y empoderarlas”, dijo Burton a La Opinión. “Hemos logrado una casa más, y, aunque son pequeñas cosas, eso hace una gran diferencia”.
Datos de la Iniciativa de Política Penitenciaria (PPI) muestran que cada año aproximadamente 81,000 mujeres salen de prisión en Estados Unidos.
Un nuevo amanecer
Después de haber pasado 15 años detrás de las rejas y obtener posteriormente su libertad condicional, Julie necesitaba ayuda con cosas básicas como comprar comida y cocinar.
“Todos los miembros de mi familia ya habían fallecido, excepto mis hijos que se habían mudado a otros estados”, declaró Julie. “Así que me sentía perdida en la gran ciudad y Turning Point me tomó bajo su protección y me ayudó con capacitación en informática, en una computadora portátil”.
Después de aprender algo de informática, Julie se inscribió en la universidad en línea y comenzó a estudiar con un consejero sobre drogas y alcohol, lo cual sigue haciendo.
“Estoy tardando mucho, pero [en Turning Point] también me proporcionaron trabajo, ropa y comida”, añadió. “Simplemente había olvidado algunas cosas básicas y agradezco a Dios por el punto de inflexión porque son increíbles, son como mi familia”.
Latina nunca perdió la esperanza
A sus 34 años, Kimberly Alonso dice que nunca quiso darse por vencida, a pesar de la adversidad e infinidad de problemas que se le presentaron a lo largo de la vida, incluyendo abuso sexual por parte de su propio padre, vivir en medio de una familia disfuncional, haber caído en el bajo mundo de las drogas y hasta vivir como desamparada en las calles de Los Ángeles.
“Nunca le dije nada a mi madre del abuso, porque si lo hacía, sabía que mis hermanos irían a parar a otras casas”, dijo. “Tenía miedo de que me culparan para siempre si la familia se dividía”.
En el presente, su mayor motivación para alcanzar la felicidad y una mejor vida es que para septiembre dará a luz a gemelos.
“Me dieron una oportunidad que nunca pensé que iba a tener”, dijo Alonso, en entrevista con La Opinión. “Estuve viviendo seis meses en la calle”.
En 2023, Kimberly cayó en un grave estado de depresión. Perdió su casa, su automóvil y hasta su gato. Y se refugió erróneamente en las drogas.
Desde pequeña ya llevaba traumas. Afirmó que su padre -quien falleció a los 45 años en Guatemala- la abusó sexualmente de los cuatro años a los nueve.
“Algo me pasó…estaba estresada porque tenía dos trabajos y sentía mucha presión”, dijo. “Tenía que mantener a toda mi familia”.
Su responsabilidad incluía a su madre, y a su hermana con el hijo que tenía. Después llegó su hermano al departamento donde vivían y el novio de su mamá.
“Nos subieron la renta; había que pagar billes (facturas) y las cosas se pusieron muy difíciles”, recuerda Kimberly. “Me estresaba y empecé a agüitarme [desconsolarme] y cuando me despidieron de mi trabajo ya no tenía ganas de seguir adelante y fui a hacer la única cosa que hacía antes…drogarme”.
A los 15 años, cometió el error de robar ropa y calcetines en una tienda de Costa Mesa, en el condado de Orange.
Le dieron una citación para presentarse en la corte. Nunca lo hizo y dos años después la arrestaron.
Pasó un fin de semana encarcelada.
Kimberly lo había perdido todo. De un nuevo trabajo también fue despedida. Era agosto de 2023.
Al uso de drogas se le sumó el alcohol. Su novio la invitó a ir de Santa Ana a Los Ángeles. Otro problema.
El amigo de su novio no los quiso a ambos en su departamento. Decidieron vivir en la calle, seguir con el consumo de droga y dormir debajo de las escaleras de un edificio, en Santa Mónica, cerca de la playa.
“Vivir en la calle no es vida…no sabes si comerás o no en un día, en dos o tres”, dice. “Cuando pedía ayuda, lo primero que pedían son papeles que yo no tenía conmigo; todos mis documentos los tenía en un almacén”.
La ayuda le llegó a través de la organización The People Concern de Santa Mónica. Kimberly encontró un lugar donde pudo ducharse, obtener ropa limpia y comida.
Tras 60 días en aquel lugar, fue conectada con la organización Turning Point. Por suerte había un lugar abierto.
“En verdad no podía creer lo que estaba sucediendo, pero bendito sea Dios que era verdad”, dijo. “La vida es muy linda cuando tienes la fe puesta en Dios y en gente como la que está aquí, porque todos son amables y cariñosos”.
Y aunque Kimberly dice que sentía que Dios no la perdonaría por haberse alejado de su madre y hermanos, confesó que lo hizo porque creyó que su novio le daría el amor que buscaba.
“Yo solo pedía amor y ese amor que buscaba me lo dio Dios por medio de mis gemelos que van a nacer”, expresó Kimberly con alegría en el rostro. “Yo sé que mis dos amores nunca me van a fallar cuando nazcan”.