«No me dé como un favor, lo que por derecho me pertenece» es una frase atribuida a Pelegrín Castillo que encapsula la esencia de la lucha por la justicia social. En una sociedad con distribución desigual de recursos, es fundamental que cada individuo reconozca su derecho inalienable a acceder a lo que le corresponde.
La riqueza generada por el Estado no debe percibirse como regalo, sino como derecho ciudadano. Esta percepción errónea perpetúa la dependencia y es urgente cambiar la narrativa para empoderar a las personas.

Las políticas de redistribución, a menudo impulsadas por gobiernos de izquierda, en la práctica pueden reforzar la dependencia. Términos como «lucha de clases» se utilizan en ocasiones para mantener a las masas en conformidad, donde la pobreza se convierte en medio de control.
Jurídicamente, es esencial promover leyes que garanticen acceso equitativo a recursos. Los gobiernos tienen la responsabilidad de asegurar que cada ciudadano prospere mediante distribución justa, aunque muchos sistemas políticos ignoran este deber.
Psicológicamente, la victimización puede convertirse en trampa. Las personas que se ven como víctimas desarrollan mentalidad de dependencia, exacerbada por líderes que presentan la ayuda estatal como favor en lugar de derecho.
Es fundamental criticar a quienes en posiciones de poder traicionan ideales de justicia social al beneficiarse de sistemas desiguales. Este comportamiento merece análisis objetivo sobre sus motivaciones.
La educación es clave para desmantelar narrativas que perpetúan pobreza. Los sistemas educativos deben enfocarse en desarrollar pensamiento crítico y habilidades para cuestionar situaciones.
Los líderes deberían ser agentes de cambio, pero muchos olvidan su responsabilidad mediante alianzas contrarias al interés nacional. Sociólogos y psicólogos podrían analizar esta psicología.
Debe rechazarse la agenda que ve prosperidad e inversión privada como enemigos. La riqueza se construye mediante oportunidades, inversiones y entorno propicio para desarrollo económico.
Fomentar miseria y dependencia obstaculiza la prosperidad. Se debe abogar por marcos que incentiven inversión y emprendimiento mediante colaboración y empoderamiento.
La lucha por dignidad y derechos económicos es imperativo moral. Debe desmantelarse la manipulación mediante discursos que perpetúan pobreza, exigiendo a líderes compromiso real con soberanía y bienestar común.
La transformación social requiere cambiar percepciones sobre riqueza y derechos. La dignidad humana debe estar en centro de políticas públicas, con educación, conciencia crítica y empoderamiento como herramientas esenciales.
Los cambios se lograrán cuando se concrete «No me dé como un favor, lo que por derecho me pertenece». **REDACCIÓN FV MEDIOS**


