Se puede tomar a la ligera todo esto. Se puede burlar de la NBA Cup, esta invención de Adam Silver de tres años que intenta agregar un poco de emoción a los partidos de principios de temporada mientras también suma algunos dólares extra a los bolsillos de los jugadores. Ciertamente, se puede hablar mucho sobre los diseños de la cancha para estos partidos de la Copa; parecía que los Knicks y Raptors jugaron 48 minutos sobre salpicaduras de sangre el martes por la noche en el Scotiabank Arena de Toronto. Todavía no ha nacido el jugador que haya pasado siquiera un minuto en su entrada de casa contando el reloj, driblando solo, gritando (con su mejor voz de Mike Breen), ‘3 … 2 … 1 … y el tiro para ganar la NBA Cup … ¡Bang! ¡¡BANG!!!’. Sí. Todo eso es justo. Pero más allá de la sátira, el torneo representa una ventana tangible de oportunidad para una franquicia sedienta de gloria. Para los New York Knicks, cargados con un roster competitivo pero atrapados en el limbo de la élite, levantar este trofeo podría ser el catalizador que rompa décadas de frustración y reavive la llama de una dinastía en el Madison Square Garden. La NBA Cup no es solo un experimento; es una posibilidad concreta de escribir la primera línea de un nuevo capítulo. **REDACCIÓN FV MEDIOS**
