La Navidad debería ser un tiempo de encuentro, solidaridad y esperanza. Sin embargo, este año llega marcada por el dolor y la indignación de un pueblo que observa cómo los escándalos de corrupción han arrebatado vidas, sueños y derechos fundamentales.
La Navidad se presenta con un contraste doloroso: mientras las calles se iluminan y las familias se preparan para celebrar, el país se ve sacudido por escándalos de corrupción que han desangrado las instituciones y arrebatado derechos esenciales.

Los enfermos que no recibieron medicamentos, los pacientes que murieron por falta de atención, las familias que lloran a sus seres queridos… todos ellos son víctimas directas de un sistema donde unos pocos se enriquecieron a costa de la salud y la dignidad de muchos. La corrupción no es un delito abstracto: es un crimen que se traduce en camas vacías, hospitales sin recursos y hogares enlutados.
En medio de las luces y los villancicos, la sociedad no puede callar. La Navidad no debe ser solo celebración; debe ser también denuncia y compromiso. Porque la verdadera paz no se construye con discursos vacíos, sino con justicia y transparencia.
El pueblo dominicano, que ha demostrado resiliencia y fe en los momentos más difíciles, exige hoy que se rompa el círculo vicioso de impunidad. Que quienes traicionaron la confianza ciudadana enfrenten las consecuencias de sus actos. Que se devuelva lo robado y se reconstruya la institucionalidad sobre bases firmes de ética y responsabilidad.
La Navidad nos recuerda que la luz siempre vence a la oscuridad. Que la unión de las familias y comunidades puede convertirse en fuerza transformadora. Que el clamor por justicia es también un acto de amor hacia quienes ya no están y hacia las generaciones que merecen un futuro distinto.
Este diciembre, entre la decepción y la esperanza, levantemos la voz: Navidad es también exigir justicia. Porque sin justicia, no hay paz; y sin paz, no hay verdadera Navidad.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**


