#Mundo:Manual del pánico | Una opinión de Mariano Gistaín

0
35



Todo coincide. Europa se ve tan rodeada que apuesta por las armas; de paso relanza su industria, algo mortecina, y como los mayores accionistas de las empresas fabricantes de armas son los fondos americanos, todos contentos en el antiguo Occidente.

Eso sí, para colar este aumento del gasto, que de alguna parte habrá que recortar, hay que convencer a la población, ya muy dominada, de que fabricar y comprar más armas es la única forma de sobrevivir.

Como Estados Unidos es ahora el enemigo, y quizá el próximo invasor (ya desembarca su vicepresidente en Groenlandia), no conviene comprarle las armas, ya que todas son software y se pueden manipular igual que todo lo demás.

Trump y sus delirantes edecanes podrían ordenar que los F-35 no se actualicen y, al igual que pasa con las versiones de Windows (aviso/amenaza para que compres el 11 o te quedas sin protección), el caza está expuesto a virus, intrusiones y a no poder despegar.

Así que hay que fabricar y comprar las armas en Europa, lo que supondrá un alivio industrial para Alemania, Francia, Reino Unido… ¡y España! Al final los accionistas, ya se ha dicho, son fondos USA. Casi todos somos accionistas de nuestra propia destrucción. De ahí la zozobra del belicismo pacifista.

El factor comercial, en definitiva financiero, también es la única esperanza de que no se llegue a mayores

Interesa que haya treguas para que pasen los barcos por el Mar Negro y otras vías pero no que se pare la guerra del todo. Que se relajen las sanciones al invasor pero que pueda seguir invadiendo. Es una guerra civilizada, o sea, con cuidado de no romperlo todo a fin de que se pueda mantener el ataque: una guerra sostenible. El factor comercial, en definitiva financiero, también es la única esperanza de que no se llegue a mayores (implicación de más países, botón nuclear).

La UE, antes de disparar los fondos para armamento, necesita –o así lo creen sus dirigentes– aterrorizar un poco a la población. Y lo consiguen: que salga la presidenta Ursula –que fue ministra de Defensa en Alemania– a explicar el kit de supervivencia que han de disponer los hogares en Europa pone los pelos de punta, sobre todo a los millones de familias que llegan justo o no llegan a fin de mes, y que encima, con la inflación, han de almacenar –sin sitio– montones de comida, agua, etc. Y buscar dónde les cae el refugio más cercano.

Es terrible. Mucha gente ha entrado en pánico ante esta aparición apocalíptica con vestidito estampado. Si lo lees en el móvil o en modo texto da miedo, pero la mayoría de la gente persiste en abocinarse ante la tele y con esas pantallas de trillones de colores todo es terrible y los mensajes de pánico entran hasta el tuétano.

Entre la subida de los huevos, la regulación burocrática de las gallinas domésticas (obligación de veterinario) y el decálogo del pánico se está sobrecalentando la atención sicológica, ya de por sí desbordada e inservible porque la lista de espera es disuasoria.

La impotencia en la cumbre se traslada en modo pánico a la población. En realidad la UE no necesita lanzar estos mensajes terroríficos para que la población sepa que la cosa está muy delicada: solo falta ver que el equipo de Defensa de Trump chatea sobre el próximo bombardeo e incluye en el chat a un periodista. De paso vemos cómo hablan de Europa también en privado. Con estos indicios Ursula von der Leyen no necesitaba recurrir al alarmismo extremo para que nos pongamos el casco –de la bici–, respaldemos el aumento de gasto y busquemos dónde hay un sótano.

video
play-sharp-fill



Source link