#Mundo:La estaca de madera | Opinión de Juan Rodríguez Garat sobre la posición de Donald Trump ante la guerra de Ucrania y Rusia

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Mientras el presidente Trump, permanentemente instalado en su torre de marfil, deshoja una margarita para tratar de discernir si Vladimir Putin quiere la paz en Ucrania o, por decirlo lisa y llanamente, le está tomando el pelo, suenan estériles las voces de quienes, como Starmer y Macron, le advierten del peligro que corre Europa y, por extensión, el mundo basado en reglas que siempre han defendido los Estados Unidos.

Por una extraña asociación de ideas, la situación que estamos viviendo me devuelve a la infancia y me hace revivir alguna de sus peores pesadillas. Recuerdo cuando, sentado ante un teatro de guiñol, veía como una bruja malvada acechaba al héroe de la función. Creo recordar que se llamaba Gorgorito y, en lugar de los superpoderes que adornan a los héroes de hoy, tenía una sonora estaca de madera con la que daba buena cuenta de sus enemigos.

Recuerdo que el tal Gorgorito, fiel a las reglas del género, buscaba la participación de los niños en la trama preguntándonos dónde estaba la bruja que solo él parecía no poder ver. “¡Ahí! ¡Detrás de ti!” Gritaba yo como un poseso. Pero Gorgorito siempre se daba la vuelta demasiado tarde y, poco a poco, la bruja se le acercaba más y más mientras se llenaba de gozoso terror el corazón de los tiernos espectadores.

Trump, cuál si fuera un Gorgorito de recargado color naranja, también se dirige a nosotros, los espectadores de hoy, como si fuéramos los niños que un día fuimos. También él finge ser el único que no ve lo que está ocurriendo en Ucrania. Putin dilata su respuesta sobre el alto el fuego, pero —nos dice Trump— tiene buenas noticias: a petición suya, el dictador está dispuesto a perdonar la vida de los soldados ucranianos que se rindan en Kursk. Generosa condición que, por cierto, ya viene garantizada por los convenios de Ginebra, incluso si no se rinden… pero, para Trump, que viene del mundo de la empresa donde no se perdona nada, esos convenios deben de haber sido suscritos por… ¿Joe Biden? Como él suele decir, si no le hubieran robado las anteriores elecciones jamás se habrían firmado.

Disculpe el lector la ironía, estéril desahogo de mi impotencia. Volvamos a nuestra función. Para cualquiera que haya seguido la trayectoria de Putin desde su llegada al poder, lo que está en la mente del dictador no puede estar más claro. Quiere Ucrania e irá por ella mientras tenga una posibilidad de lograr sus objetivos. Siente que está en juego la supervivencia de su régimen y no hará concesión alguna.

En los últimos días, han sido muchas las voces que querrían explicarle al presidente norteamericano la dura realidad, pensando que podrían hacerle entrar en razón. La mía, la de un militar retirado español que dedica su tiempo a predicar cultura de defensa donde le dejan, es la más débil de todas. Sé bien que nada de lo que yo escriba hará la diferencia… pero eso no me hace desistir, como no desistía de gritar para advertir a Gorgorito cuando era niño.

Y en esas estamos cuando, de repente, siento que algo se me ha pasado. Un sudor frío corre por mi espalda. Cambio de perspectiva y me doy cuenta de que no es Trump, sino yo mismo el Gorgorito que está en el teatro de guiñol. Soy yo quien deshoja la margarita para tratar de discernir si Trump quiere la paz en Ucrania o me está tomando el pelo. Soy yo quien me resisto a oír a las voces que me alertan de que, en la función que se está representado ante nuestros ojos, Trump no es el héroe sino el amigo de Putin, con el que quiere repartirse los alimentos que nutren a las brujas de hoy y quizá a las de siempre: el poder y la gloria.

No sé como terminará esta función. Como Trump, yo tampoco he acabado de deshojar mi margarita. Pero, por si acaso, me gustaría que la España que todavía se resiste a reconocer que pintan bastos, tanto en el este de Europa como al otro lado del Atlántico, empiece, junto a los demás países europeos, a empuñar su estaca de madera.

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