Israel llevó a cabo este lunes un ataque aéreo de alto perfil contra Teherán, en una operación que no se limitó a objetivos militares o de inteligencia. Entre los blancos estuvo uno de los símbolos ideológicos más potentes de la República Islámica: el reloj digital ubicado en la Plaza de Palestina, que marcaba los días restantes hasta la supuesta desaparición del Estado israelí en 2040.
El reloj, inaugurado en 2017, durante el Día de Quds o Día de Jerusalem (un evento anual instaurado por el ayatolá Ruhollah Jomeiní), fue concebido como una pieza central de la propaganda antiisraelí del régimen.
Su mensaje se basaba en una profecía pronunciada en 2015 por el líder supremo Ali Jamenei, quien declaró que Israel “no existirá en 25 años”. Desde entonces, el cronómetro, visible en persa, árabe e inglés, había ocupado un lugar destacado en el paisaje urbano de Teherán, erigido sobre una valla en la simbólica Plaza de Palestina.
Apenas horas después del anuncio israelí sobre la destrucción del reloj —junto con otros “objetivos del régimen y unidades de represión gubernamental”—, el medio semioficial iraní Mehr News publicó un video en el que se ve el reloj aún en pie y funcionando. Según el medio, la grabación fue realizada esa misma tarde.
En el cronómetro digital se leen claramente los 5.569 días restantes para la fecha límite establecida por Jamenei. No hay, sin embargo, forma de verificar la autenticidad del video ni el momento en que fue filmado.
El régimen iraní mantiene un control estricto sobre las imágenes que muestran los efectos de ataques aéreos extranjeros, lo que impide verificar si el reloj fue realmente alcanzado, dañado o si el video muestra imágenes previas. La propia existencia del video, y su inmediata circulación, apunta a una intención clara: desmentir el golpe simbólico y sostener la narrativa de resistencia ideológica frente a Israel.
Desde su instalación, el reloj ha sido más que un artefacto propagandístico: ha funcionado como marcador del tiempo político de la enemistad entre los dos países. En julio de 2021, una serie de apagones eléctricos en Irán provocó su interrupción temporal.
Entonces, críticos internos y observadores internacionales señalaron con ironía la incapacidad del régimen para mantener en funcionamiento su maquinaria simbólica, en contraste con sus ambiciones regionales.
Su mensaje no era casual. El emplazamiento del reloj, en una plaza ya cargada de significado, reforzaba la autoimagen del régimen como centro de la causa palestina y del eje antiisraelí. Que Israel lo haya elegido como objetivo explícito en su operación sobre Teherán revela el valor estratégico que Tel Aviv también otorga a la guerra simbólica, paralela al conflicto militar abierto.
La afirmación israelí de haber destruido el reloj, frente a la réplica visual iraní de que sigue en marcha, condensa el momento actual del conflicto: un enfrentamiento no solo armado, sino profundamente narrativo. En este terreno, las victorias se disputan también en pantallas, videos y símbolos. No se trata solo de eliminar blancos materiales, sino de desactivar discursos.
Mientras tanto, el reloj —real o virtual— sigue contando los días hacia un horizonte profetizado.