El sudeste asiático vivió este viernes momentos de terror después de que un potente terremoto de magnitud 7,7 sacudiera la región. El país más afectado ha sido Birmania (Myanmar), donde ya se han contabilizado más de 200 muertos y centenares de heridos. Pero el seísmo también ha causado estragos en la vecina Tailandia, donde al menos diez personas han fallecido y cientos permanecen bajo los escombros de un edificio que colapsó. “Pensé que nuestro edificio se estaba viniendo abajo. Entramos en pánico y empecé a gritar. No podíamos abrir la puerta de emergencia. Pensé que me moría y que no podría salir de allí”, relata en conversación telefónica con 20minutos Jana, una joven que reside en Bangkok.
Sentada en su piso, ubicado en la planta número 15, Jana empezó a notar que algo no estaba bien. Pensó que se estaba mareando, pero al poner los pies sobre el suelo se percató que la tierra temblaba. “Salí al pasillo y vi por una ventana que caía tierra. No sabía que estaba pasando. Incluso llegué a pensar que el edificio de enfrente, que está en construcción, se estaba derrumbando“, narra esta joven de 24 años. Seguidamente, ella y sus vecinos intentaron abrir la puerta de emergencias pero no podían.
“Intenté coger el móvil para enviar un mensaje a mis padres, porque de verdad pensaba que no saldría de allí, y de lo nerviosa que estaba se me cayó”, continúa Jana, quien vive desde hace un año en el país asiático. En ese momento sus vecinos consiguieron abrir la puerta y comenzaron a bajar los quince pisos mientras la tierra seguía temblando. Una vez fuera ella se reunió con sus amigos. Dos horas más tarde le avisaron que su edificio no había sufrido daños y que podían volver.
Pero no todos han podido volver a su casa, ya que algunas viviendas han sufrido daños significativos. “Estaba teletrabajando. De repente empecé a escuchar cómo el edificio se empezaba a desquebrajar y a ver cómo trozos de la pared comenzaban a caer”, indica Sara, una joven de 27 años que también reside en Bangkok. “Bajé las escaleras como loca. En ese momento aún no sabía que estaba pasando, no había caído en cuenta de que era un terremoto“, sostiene esta española que vive en la capital tailandesa desde hace un año. Una vez abajo entendió lo que sucedía.
Sara estuvo entre tres y cuatro horas fuera, porque no le permitían acceder al edificio. “Cuando conseguí entrar me encontré con una casa llena de rajas, con trozos de escayola y polvo en el suelo. Incluso se cayeron algunas baldosas del baño”, afirma la joven, que vive en la tercera planta del edificio. “Todo el pasillo [de mi planta] también estaba lleno de grietas bastante profundas, lo que indica la magnitud de lo que hemos vivido”, sostiene. Por este motivo cogió una mochila con lo esencial para unos cuantos días y decidió irse a dormir a otro sitio.
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“Los encargados de mi edificio nos dijeron que no nos podían garantizar al 100% que fuera seguro permanecer allí, pero que si queríamos, podíamos hacerlo bajo nuestra responsabilidad”, explica la joven, y añade que hasta ahora no ha acudido ningún organismo o administración local o regional a evaluar los daños. Para ella, este viernes ha sido un día “de mucho susto e incertidumbre” porque desconoce que sucederá en los próximos días. “Todavía estoy con el miedo en el cuerpo”.
Caos en la calle
A Eduardo, de 41 años, el terremoto le pilló en su trabajo, a unos 20 kilómetros de Bangkok. “Los primeros segundos te quedas en shock porque piensas que tú estas mareado, pero luego lo procesas y te das cuenta de que el edificio se está moviendo”, afirma este español, que vive desde hace un año y medio en la capital tailandesa. Al percatarse de lo que estaba sucediendo tanto él como sus compañeros de trabajo salieron corriendo y se dirigieron a los parkings y zonas verdes abiertas.
Allí permanecieron una hora y media, hasta que la empresa les dijo que era seguro volver al edificio. Mientras tanto, el caos se apoderaba de la ciudad. “El metro no funcionaba y el Skytrain, que es la principal forma de transporte público, tampoco. Si ya los atascos en Bangkok son el pan de cada día, hoy era exagerado”, explica Eduardo e indica que ahora la principal preocupación es el estado de los edificios, ya que algunos están agrietados. Aunque otros han tenido la suerte de no haber sufrido daños.
“Mi casa está bien. Yo vivo en un quinto piso y en la zona donde resido los edificios no son tan altos”, indica Adriana, una joven de 33 años que reside en Bangkok desde hace dos. Sin embargo, admite que la situación fue caótica. “Hemos estado en la calle muchas horas a 38 grados, no había información y empezaron a llegarnos mensajes que decían que podía haber una réplica. Todo el mundo estaba esperando fuera, por si acaso. No querían entrar“.
