#Mundo:encarrila la paz en Gaza, se topa con un Putin irreductible y acorrala a Maduro #FVDigital

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Donald Trump ha sido, sin duda, uno de los grandes protagonistas de la política internacional en 2025. Desde que en los albores del año puso los pies en la Casa Blanca, tras su investidura el 20 de enero, el mandatario republicano ha centrado buena parte de sus esfuerzos en mediar en los principales conflictos armados que han desestabilizado la geopolítica mundial y han deteriorado las relaciones entre las grandes potencias.

Desplegando su peculiar ‘arte de la negociación’ como empresario de éxito, que el periodista Tony Schwartz plasmó en el libro autobiográfico The Art of the Deal, Trump ha intentado impulsar acuerdos de paz en Ucrania y Oriente Medio con un cóctel de coacciones, cuando no amenazas directas, combinadas con buenas dosis de lisonjas y concesiones hacia sus interlocutores. Una estrategia del ‘palo y la zanahoria’ que le ha funcionado bien en el mundo de los negocios, pero que no ha sido tan sencilla de aplicar desde el Despacho Oval.

Haciendo balance del año, podríamos decir que Trump ha obtenido resultados dispares, pues hay que apuntarle cierto éxito a la hora de apaciguar el conflicto entre Israel y Hamás, pero su diplomacia apenas ha conseguido avances en Ucrania, a pesar de pisar el acelerador para lograr la paz en los últimos días del año. Además, y aunque prometió acabar con las guerras por la vía exprés, está a punto de lograr lo contrario en Venezuela, donde poco a poco está prendiendo la mecha de lo que podría ser un nuevo conflicto bélico. Así ha sido el año de Trump por el mundo:

Gaza | Un endeble acuerdo de paz

Trump disfrutó de su mayor éxito diplomático el pasado 13 de octubre, cuando reunió en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij a una treintena de jefes de Estado y de Gobierno para escenificar la firma de un acuerdo “histórico” de alto el fuego en Gaza. “Han tenido que pasar 3.000 años, pero por fin hay paz en Oriente Medio”, llegó a proclamar un exultante Trump, entre bromas y chascarrillos hacia sus homólogos europeos mientras ejercía de maestro de ceremonia en aquella cumbre. Tan reluciente fue la medalla que se colgó Trump, que incluso llegó a postularse como candidato al Nobel de la Paz.

Detrás de aquel acuerdo hubo meses de intensas negociaciones indirectas entre Israel y Hamás, con la mediación de EEUU y Qatar, a las que también se sumaron a última hora Egipto y Turquía. No cabe duda de que la tregua plasmada en el mar Rojo ha servido para aliviar el drama humanitario de la población gazatí porque los bombardeos israelíes se han reducido y la ayuda humanitaria ha comenzado a fluir con mayor intensidad hacia el interior de la Franja. También ha servido para liberar a todos los rehenes vivos que seguían secuestrados por Hamás y para que los islamistas devuelvan los cuerpos de los que murieron bajo su cautiverio, aunque todavía queda un cadáver que no se ha podido localizar.

Sin embargo, el acuerdo de paz es endeble y esconde muchos claroscuros. Para empezar, no ha sido un alto el fuego real y absoluto, porque los combates continúan y, según Hamás, han muerto al menos 400 palestinos desde la cumbre de Sharm el-Sheij. Por otra parte, el plan por fases dibujado por Trump está a punto de agotar la primera etapa y dar paso a la segunda, que se presume como la más complicada porque contempla la desmilitarización de Gaza: desarme de Hamás, retirada paulatina del ejército israelí de la Franja y despliegue de una fuerza internacional de paz. A día de hoy, la entrega de armas por parte de la milicia islamista parece lejos de producirse y esa es una condición sine qua non de Israel para seguir avanzando.

Ucrania | Contra el muro de Putin

Si el éxito de Trump en Gaza es relativo, en Ucrania ni siquiera puede hablarse de triunfo porque la guerra sigue igual de enquistada que hace un año. Y no será por falta de voluntad del presidente norteamericano, que se ha implicado personalmente en las negociaciones, dada su vieja amistad con Vladimir Putin, con quien ha mantenido conversaciones telefónicas (la última este mismo domingo) y con el que llegó a reunirse en Alaska el pasado agosto. Pero, de momento, todos los esfuerzos han sido en vano porque el ruso ha demostrado ser un hueso muy duro de roer.

Trump, que ya se desdijo de su promesa de acabar con la guerra de Ucrania en 24 horas, ha probado todas las estrategias posibles para poner fin a las hostilidades. Ha ofrecido a Putin importantes concesiones territoriales en Ucrania, reconociendo prácticamente todas sus conquistas (Crimea, Dombás, Zaporiyia y Jersón) a cambio de pequeñas renuncias y ante el desconcierto de los socios europeos, que lo ven como una claudicación casi incondicional. Pero ni con esas ha logrado convencer al líder del Kremlin para que detenga la guerra o, al menos, acepte una tregua temporal, ya que Moscú sigue exigiendo el control total del Dombás (hay pequeñas áreas todavía en poder de Kiev) y se niega a retroceder ni un centímetro en el frente. 

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Ante esa tesitura, Trump también ha probado con inesperados giros de guion y ha llegado a amenazar a Putin con más sanciones o, incluso, con rearmar a Ucrania con misiles Tomahawk, unos tímidos intentos de coacción que tampoco han servido para amedrentar a su viejo colega.

Y mientras EEUU y Rusia discuten sobre Ucrania evocando los tiempos de la Guerra Fría, Trump apenas ha dejado sitio a Volodimir Zelenski en la mesa de negociación, como tampoco le ha dejado hueco a los aliados europeos. Además de reducir la ayuda militar y económica a Kiev de forma unilateral, el mandatario norteamericano ha sido bastante duro con el presidente ucraniano, al que ha llamado “desagradecido” y a quien ha acusado de ser un “obstáculo” para la paz. Esas salidas de tono han ido acompañadas de alguna que otra palabra amable y palmaditas en la espalda, siempre que Zelenski se ha plegado a seguir su hoja de ruta, como cuando en mayo aceptó un acuerdo comercial para facilitar a empresas norteamericanas la explotación de minerales en Ucrania.

A punto de cerrar el año, Trump ha afirmado que el acuerdo de paz que ha presentado a las partes “está más cerca que nunca” de materializarse, pero la realidad es tozuda y el final de la guerra de Ucrania todavía no se vislumbra en el horizonte. Este domingo, el norteamericano hizo un último esfuerzo al sentar a Zelenski en su mansión de Mar-a-Lago para cerrar las condiciones del armisticio con la parte ucraniana, pero el problema sigue estando en Moscú: Trump volvió a telefonear a Putin y, pese a calificar de “muy productiva” esa llamada, los bombardeos rusos no se han detenido.

Venezuela | Tambores de guerra en el Caribe

“No voy a empezar guerras, sino a terminarlas”, prometió en campaña Trump, que ha presumido de ser un “hombre de paz” y de haber puesto fin a ocho conflictos bélicos desde la Casa Blanca. Sin embargo, a pesar de autoerigirse como pacemaker, este año ha cambiado el nombre al Departamento de Defensa de EEUU para rebautizarlo como Departamento de Guerra, y parece haber puesto en práctica esa nueva denominación militarizando las aguas del Caribe.

Bajo el argumento de frenar el narcotráfico, la administración Trump ha llevado a cabo frente a las costas de Venezuela el mayor despliegue naval de EEUU desde la guerra del Golfo, una operación de presión contra el régimen de Nicolás Maduro bautizada como ‘Lanza del Sur’, que el pasado 2 de septiembre entró en acción. La marina estadounidense lanzó ese día el primer ataque contra una presunta narcolancha de la organización criminal Tren de Aragua y desde entonces ha neutralizado más de una veintena de embarcaciones en ataques tanto en el Caribe como en el Pacífico, que han dejado más de 80 muertos.

La tensión ha escalado otro peldaño este mes de diciembre con la incautación de petroleros venezolanos por parte de EEUU, intervenciones que Maduro ha tildado de “actos de piratería”. Son la antesala del bloqueo naval que Trump trata de imponer a todos los petroleros de Venezuela en su afán por asfixiar económicamente al régimen bolivariano, cuyas finanzas dependen en buena medida del comercio de crudo.

Pero EEUU no solo presiona por mar, también ha intentado cerrar el espacio aéreo venezolano, advirtiendo a las aerolíneas del riesgo de sobrevolar el país, y Trump no ha ocultado sus planes para iniciar ataques terrestres en suelo venezolano. Aunque una invasión militar del país parece remota, Washington está apretando las tuercas al régimen para forzar la caída de Maduro, que ha movilizado a 200.000 soldados para hacer frente a esa amenaza e, incluso, ha hecho un llamamiento a los militares de Colombia para que se unan a su ejército. El agua del Caribe empieza a bullir y no precisamente por el cambio climático.



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