
El 14 de noviembre de 1975, tan solo seis días antes de la muerte de Franco, se firmó el Acuerdo de Madrid, una Declaración de principios entre España, Marruecos y Mauritania sobre el Sáhara Occidental. Con este gesto terminó la administración española sobre la región y comenzó la ocupación inmediata de Marruecos sobre gran parte del territorio.

Ahora, 50 años después de la Marcha Verde que dio paso al cambio de poderes, el pueblo saharaui aún reclama su derecho a la autodeterminación. La ONU denomina el territorio como “pendiente de descolonización” en resoluciones históricas de la Asamblea General como la 34/37 y la 35/19. A pesar de todos los intentos, la ocupación perdura y nace la duda: ¿cuál es el verdadero interés de Marruecos en el Sahara Occidental?
Un desierto rico en recursos
Curiosamente, “desértico” no es una palabra justa para todo lo que se encuentra en el Sahara, pues es una de las zonas más ricas del norte de África en cuanto a recursos clave y tierras raras. Por poner un ejemplo, en Bucraa se encuentra una de las mayores reservas de fosfato del mundo, un mineral esencial para fertilizantes y, por extensión, para la agricultura global. Hoy en día, Marruecos controla más del 70 % de las reservas mundiales, y el Sáhara solo refuerza su monopolio.
La posibilidad de que existan hidrocarburos en la región aumenta también el deseo de ocupación por parte del gobierno marroquí. Y es que aunque no se ha encontrado petróleo ni gas natural, el Sáhara Occidental tiene potencial para ello debido a sus cuencas sedimentarias, similares a las de países vecinos como Argelia o Mauritania. De hecho, Marruecos ya ha otorgado licencias de exploración en bloques offshore, como el ‘Dakhla Atlantique’, a compañías como la israelí Ratio Petroleum.
La ubicación estratégica del Sahara Occidental
Situado en el noroeste de África, a lo largo de la costa atlántica, el Sáhara Occidental ocupa una posición privilegiada entre Europa, África subsahariana y América. Su litoral, de más de mil kilómetros, se encuentra junto a una de las principales rutas marítimas del Atlántico oriental, por donde circula una parte relevante del comercio internacional, incluidos hidrocarburos, materias primas y mercancías.
Marruecos aprovecha la costa atlántica del Sahara Occidental para extraer recursos y facilitar el comercio de mercancías tanto con países europeos, como España, Francia, Italia y Portugal, como con países africanos, entre ellos Mauritania, Gambia y Senegal. Además, las aguas que bañan su costa forman parte de uno de los caladeros más ricos del mundo, gracias a la corriente fría de Canarias, que favorece una gran biodiversidad marina.
Una reivindicación histórica
La teoría del ‘Gran Marruecos’ es la principal corriente del irredentismo (la actitud política que promueve la anexión de territorios) y el nacionalismo en el país vecino. Este concepto se apoya en interpretaciones religiosas de corte conservador dentro del islam suní y, por otro, del panarabismo, entendido como el proyecto político que persigue la unidad de los pueblos árabes más allá de las fronteras heredadas del colonialismo.
En ese marco, el objetivo sería recuperar la supuesta grandeza de los antiguos Estados musulmanes que dominaron amplias zonas del norte de África. Entre ellos destacan el Imperio almohade (siglos XII–XIII) y el Sultanato benimerín (siglos XIII–XV). Para ello es necesario anexarse el Sáhara Occidental, Mauritania entera, las zonas occidentales de Argelia, el norte de Mali y las ciudades de Ceuta y Melilla, así como otras plazas de soberanía española.


