#Mundo:El asesino del autostop que inspiró la canción Riders on the storm del grupo The Doors #FVDigital

0
21



Odio a todos, y todos me odian a mí. Tras esa frase, Billy Cook fue ejecutado en la cámara de gas en una prisión de California. Era 1952 y tenía 23 años. Al grupo The Doors no solía gustarle explicar el significado de sus canciones, decía Jim Morrison que una vez escritas dejaban de ser suyas. En 1971, unos meses antes de morir, Morrison grabó su última canción: Riders on the storm, del álbum L.A. Woman. El tema empieza con el sonido de una tormenta en medio de la carretera. Hay truenos. Parece de noche. Unos segundos después, el piano Fender Rhodes de Ray Manzarek inicia la melodía. Y luego viene la voz: “viajeros en la tormenta, en esta casa hemos nacido, en este mundo fuimos arrojados, como un perro deshuesado, un actor suplente… viajeros en la tormenta, there is a killer on the road, hay un asesino en la carretera”. Y ese asesino era Billy Cook.

Todo el mundo conocía la historia de Cook. Durante los años 50, los titulares de prensa estadounidense se solapaban al hablar del “asesino de la carretera”, the killer road. Billy nació tal día como hoy, un 23 de diciembre de 1928, en el estado de Missouri, EEUU. Tenía siete hermanos y su madre murió cuando cumplió los cinco años. Eran tan pobres que durante un tiempo vivieron junto al padre en una mina abandonada, hasta que el hombre se marchó y los dejó tirados.

Los niños deambularon solos por las calles durante un tiempo hasta que la policía los rescató. A sus hermanos los colocaron en hogares de acogida, pero con Billy fue más complicado. No se portaba bien, tenía un defecto en un ojo, nadie lo quería. Fue arrestado varias veces siendo adolescente. Llegó a decirle a un juez que prefería vivir en un reformatorio antes que ser adoptado. A los 17, otra vez en prisión, agredió a un recluso con un bate de béisbol.

Cuando salió de la cárcel volvió a vagabundear solo por las calles. Llegó hasta El Paso, en Texas, y se compró un revólver. Desde ese momento, se convirtió en el asesino itinerante que hacía autostop. El 30 de diciembre de 1950 agredió a un mecánico que lo había recogido del arcén. Le apuntó con el arma y lo encerró en el maletero, pero el tipo consiguió salir con el coche en marcha. Cook continuó su viaje hasta quedarse sin gasolina. Volvió a hacer autostop. Esta vez paró una familia entera.

Eran los Mosser. Carl, Thelma, sus tres hijos y el perro. A lo largo de tres días, Cook los mantuvo secuestrados, conduciendo sin rumbo, hasta matarlos a todos, perro incluido. Días más tarde, un sheriff sospechó de Cook y se acercó a un motel donde sabía que lo habían visto. El joven lo tomó como rehén y si no lo mató, fue solo porque su mujer había sido buena con él en el pasado. Poco después, volvió a asesinar. Siempre con el mismo modus operandi: hacía autostop, paraban los coches, pedía a sus conductores que condujesen, pero no iba a ninguna parte. El destino final siempre era la muerte.

Te podría interesar:

Su rostro ya figuraba en todos los periódicos. En aquella época, los inicios de los 50, EEUU vivía bajo una idea muy férrea de seguridad doméstica. El coche familiar, la carretera y el viaje eran símbolos de progreso, libertad y confianza. Un derecho. El crimen de los Mosser se convirtió casi en una herida moral: un desconocido, recogido por compasión, había exterminado a una familia al completo durante un viaje. Al cruzar México, Cook fue detenido. Poco después, fue sentenciado a muerte.

“Tómate unas largas vacaciones, deja que tus hijos jueguen, si recoges a ese hombre, la dulce familia morirá… killer on the road, asesino en la carretera”, sigue la canción de The Doors. Morrison escribió la letra sin mencionar a Cook, no solo porque no hacía falta, sino porque lo convirtió en símbolo del mal imprevisible. Riders on the storm es un tema de múltiples lecturas que fluctúa sobre el concepto de la vulnerabilidad ante un mundo imprevisible y, muchas veces, tan arbitrario como injusto.

Más que una historia, es una sensación. Un estado mental. Los viajeros, los riders, atraviesan la vida sin tener control sobre el viaje. Arrastrados por fuerzas externas, como la tormenta; sin rumbo preciso, como el asesino, y sujetos a cierto libre albedrío, como la posibilidad de cruzárselo por el camino. Pero si Jim Morrison no quiso explicar su canción, tampoco hay necesidad de que lo hagamos nosotros. Billy Cook tampoco quiso explicar sus motivos. Aunque podemos intuir uno. El más obvio y profundo. El que mencionó en su último aliento: el odio.



Source link