#Mundo:Al pan, pan, y al vino, vino

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Pedro Sánchez tiene parte de razón al rechazar el término rearme cuando, en palabras suyas, “hablamos de mejorar las capacidades de defensa europeas”. Es cierto que el rearme no lo es todo, pues nos enfrentamos a un escenario de guerras híbridas con ciberataques, campañas de intoxicación o atentados terroristas. En las pasadas elecciones alemanas, hubo graves injerencias con el objetivo de polarizar, desestabilizar, y favorecer a la extrema derecha de la AfD, que era la opción preferida tanto por Moscú como por Washington. Como explica el periodista Marc Marginadas en el escalofriante libro Rusia contra el mundo, el régimen de Vladimir Putin ha traspasado todas las líneas rojas y su mano negra se extiende en toda la escena internacional. Hasta la segunda invasión de Ucrania en 2022, Occidente no quiso ponerle límites. Ahora estamos llegando tarde y, encima, el autócrata del Kremlin cuenta con un rendido admirador en la Casa Blanca.

La defensa europea va más allá de fabricar tanques, drones y misiles, pero es absurdo negarse a llamar a las cosas por su nombre o, peor aún, como pretenden algunos de los socios de Sánchez, ignorar que la primera condición para sobrevivir a los cambios geopolíticos mundiales es acometer un rápido rearme de los infradotados ejércitos europeos a fin de alcanzar conjunta y coordinadamente nuestra autonomía estratégica. Por desgracia, la pertenencia a la OTAN ha dejado de ser un seguro de vida. En el rearme europeo no late un deseo belicista, solo tiene una función disuasoria. Es la respuesta al hecho de que EEUU haya dejado de ser un amigo fiable. El viernes pasado, Donald Trump dio por hecho que “algún día” dejaremos de ser aliados y que por ello sus empresas van a dejar de vendernos los mejores aviones de combate. El rearme es el peaje que hemos de pagar si queremos defender nuestras fronteras, el Estado social y democrático y, primordialmente, la paz. Contraponer gasto en defensa frente a pensiones, sanidad pública y educación, como si fueran incompatibles o, llegado el caso, pudiéramos elegir, es demagogia o buenismo.

Afortunadamente, se ha producido una toma de conciencia en las sociedades europeas sobre la gravedad del momento. Todos los estudios de opinión así lo reflejan. Aunque desde España vemos la amenaza rusa muy lejos, no podemos descuidar su creciente influencia en el gran Magreb-Sahel que pone en jaque la frontera sur de la UE. Necesitamos políticos que hablen con claridad, que no tengan miedo a llamar al pan, pan, y al vino, vino. Y, evidentemente, no podremos afrontar tantos retos sin un Gobierno que sea capaz de sacar adelante una sola Ley de Presupuestos en toda la legislatura. A eso se llama reiterado incumplimiento constitucional.



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