#Mundo:25 años de espera, cuatro etapas y un par de milagros probados

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El ‘arquitecto de Dios’ está hoy más cerca que nunca del cielo: el papa Francisco ha aprobado un decreto que reconoce las ‘virtudes heroicas’ del catalán Antonio Gaudí por su trabajo en el diseño de la Sagrada Familia de Barcelona. Ahora, 25 años después de que la Santa Sede diera el visto bueno a este trámite largo y complejo para ser declarado santo, se acerca el siguiente paso, su beatificación. 

Pero empecemos por el principio. La idea de pedir al Vaticano que Gaudí fuera declarado santo surgía en los años noventa de la Asociación Pro Beatificación de Gaudí, fundada en 1992 y presidida por José Manuel Almuzara. Años después, en mayo de 1998, los obispos catalanes acordaron conceder la autorización para introducir la causa de beatificación. Sin embargo, el proceso como tal comenzó formalmente en marzo de 2000, cuando la Santa Sede autorizó su apertura.

Los últimos años de Gaudí

Tras la aprobación de esta petición por parte de la Santa Sede, se formó un tribunal eclesiástico en Barcelona para la recogida de pruebas, documentos y testimonios, que en 2003 envió al Vaticano un informe de 1.024 páginas para demostrar que Gaudí había llevado una vida ejemplar. A partir de entonces, el expediente se ha demorado más de dos décadas en el Dicasterio de las Causas de los Santos, el organismo vaticano que examina y valora todos los expedientes de candidatos a la santidad.

“Desde pequeño (Gaudí) fue un hombre que tuvo un gran respeto por la naturaleza, que trasladó incluso a su obra; llevó una vida de gran austeridad, que contrasta mucho en nuestra sociedad de bienestar, en la que a veces se va en contra de la sostenibilidad; fue un buen profesional que se empeñó en realizar un trabajo bien hecho; se quedó soltero, pero tuvo un gran amor por su familia, y proyectó toda su fe en Jesucristo y la palabra de la Iglesia en una gran obra como la Sagrada Familia”, explicaba entonces Lluís Bonet Armengol. 

En los últimos años de su vida, Antoni Gaudí se entregó por completo a la construcción de la Sagrada Familia, al punto de abandonar cualquier otra ocupación y llevar una vida extremadamente austera. Se mudó a una pequeña habitación en el taller del templo y dejó de preocuparse por su aspecto personal: vestía con ropa vieja, desaliñada y siempre manchada de yeso o polvo de obra, lo que hacía que muchos lo confundieran con un mendigo.

De hecho, su apariencia era tan descuidada que, cuando fue atropellado por un tranvía el 7 de junio de 1926, nadie lo reconoció y fue llevado al hospital de la Santa Cruz como un indigente más y, tres días después, murió allí a los 73 años, dejando la Sagrada Familia inacabada, pero convertida ya en un símbolo eterno de su genio. 

Cuatro etapas para ser Santo

Este proceso de beatificación consiste de cuatro etapas, según recoge la Santa Sede por medio del Dicasterio de las Causas de los Santos:

  • El Siervo de Dios, primera fase: el proceso comienza cuando se demuestra que la persona a santificar es un Siervo de Dios, es decir, si llevó una vida ejemplar y virtuosa. De recoger estas pruebas se encarga el obispo diocesano: testimonios de personas que le conocieron, textos escritos, peritaje de historiadores, etc. Será entonces, una vez, la Santa Sede examine el informe del obispo y dicte un decreto diciendo que nada impide iniciar el proceso canónico, cuando se pasa a la siguiente fase.
  • Venerable, segunda fase: La documentación se presenta ante un tribunal donde un abogado los analiza y otro letrado defiende la causa. Para pasar de Siervo de Dios a Venerable, la Congregación para las Causas de los Santos deberá aprobar todas las pruebas documentales y los testimonios que prueban que la persona vivió “heroicamente todas las virtudes cristianas”.
  • Beato, tercera fase: Para ser beatificado, normalmente se necesita que ocurra un milagro atribuido a su intercesión, después de su muerte que deben ser probados por médicos y teólogos. La beatificación lleva consigo la concesión de culto, es decir, se le puede rezar. 
  • Santo, cuarta fase: Para la canonización (declararlo santo), se requiere un segundo milagro ocurrido después de la beatificación.



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