Advertencia: este artículo contiene detalles médicos que pueden ser perturbadores para los lectores.
Las piernas de Elaine Foo están marcadas con gruesas cicatrices moradas. Cada una de ellas es un recordatorio del procedimiento al que se sometió para alargar sus piernas y que salió terriblemente mal.
Desde 2016, esta mujer de 49 años residente en Londres se ha sometido a cinco procedimientos quirúrgicos y tres injertos óseos, se ha gastado los ahorros de toda una vida y ha presentado una acción legal contra su cirujano, que se resolvió en julio pasado sin admisión de responsabilidad.
En un punto, un clavo de metal rompió uno de los huesos de Elaine; en otra ocasión, sintió como si le estuvieran “asando las piernas por dentro”.
“Mi viaje ha sido una prueba de fuego, pero sobreviví”, dice.
Su doctor negó constantemente cualquier negligencia y dice que algunos de los problemas de Elaine surgieron de complicaciones de las que se le había advertido previamente, mientras que acusa que otras ocurrieron por sus propias acciones.
¿Dismorfia corporal?
Elaine siempre odió su estatura.
“A los 12 años yo era más alta que la mayoría de las chicas”, relata.
“A los 14, de pronto era más baja que todos. Con el tiempo se volvió una obsesión. Más alta significaba mejor. Más alta significaba más hermosa. Solo sentía que la gente más alta tenía mejores oportunidades”.
Ya en la edad adulta su obsesión se volvió abrumadora.
Elaine cree que tenía dismorfia corporal, un trastorno de salud mental en el que las personas ven defectos en su apariencia sin importar cómo los vea el resto del mundo. El impacto de esa condición fue devastador.
A los 25 años, Elaine se topó con un artículo acerca de una clínica china donde la gente estaba sometiéndose a cirugías para hacer crecer los huesos de las piernas.
La nota contenía detalles espeluznantes sobre jaulas para piernas con aspecto medieval e infecciones desenfrenadas. Parecía una verdadera pesadilla, pero dejó a Elaine intrigada.
“Sé que la gente cuestionará la vanidad de esto”, dice. “Pero cuando te enfrentas a un trastorno de dismorfia corporal no hay una explicación racional de por qué te sientes tan abrumadoramente mal”.
Dieciséis años después, Elaine descubrió una clínica privada en Londres que ofrecía el procedimiento, que era realizado por el cirujano ortopédico Jean-Marc Guichet.
El médico era un especialista en alargamiento de extremidades e incluso había creado su propio dispositivo para hacerlo: el clavo Guichet.
“Ese realmente fue un momento de aleluya porque podía hacerlo en Londres y recuperarme en mi casa”, recuerda.
La primera intervención
“El doctor Guichet era franco respecto del tipo de cosas que podían ir mal: lesiones en los nervios, coágulos de sangre o la posibilidad de que los huesos no se volvieran a fusionar”, admite.
“Pero yo había hecho mi investigación, iba a pagar un doctor muy costoso y esperaba una atención médica acorde. Mi sueño era crecer de mi 1,57 m hasta 1,65 m“.
El 25 de julio, a un costo de casi 50.000 libras (US$64.000), Elaine entró en quirófano y puso en marcha un proceso que cambiaría su vida.
El alargamiento de piernas es un procedimiento relativamente poco común, pero está disponible en clínicas privadas de todo el mundo.
Dependiendo del lugar en el que se realice, el precio puede oscilar entre cerca de 15.000 y 150.000 libras (entre US$19.000 y US$190.000).
“Despertar fue muy emocionante porque sentía como si nada hubiese pasado. No sentía dolor. Pero 90 minutos después, empezó. Se sentía como si alguien estuviese cocinando mis piernas, como si estuvieran siendo asadas desde adentro. Esa primera noche grité hasta las 6 de la mañana, hasta que me quedé dormida gritando“.
Con este procedimiento, sentir cierto dolor es esperable. Durante la operación, los huesos de las piernas se rompen en dos y una varilla de metal se posiciona adentro.
Las varillas de metal se van expandiendo gradualmente para aumentar su longitud y separar las dos mitades del hueso. El objetivo del procedimiento es aumentar la estatura del paciente. Los huesos rotos deberían volver a unirse gradualmente y llenar así el espacio que se creó entre ellos.
La operación es compleja y solo es el comienzo de un largo proceso.
“El proceso de alargamiento lleva unos dos o tres meses y luego hay que esperar al menos el doble de tiempo para recuperar una función razonable”, advierte el profesor Hamish Simpson, exmiembro del consejo de la Asociación Británica de Ortopedia. “Para la mayoría de las personas, esto llevará un año de su vida”.
Cuando la cirugía terminó, Elaine comenzó su proceso de alargamiento. Varias veces al día tenía que realizar un incómodo procedimiento de rotación de las piernas para activar el mecanismo de tracción de la varilla.
Esto es lo que hace que el clavo se alargue y las piernas crezcan. Pero dos semanas después, dice, ocurrió el desastre.
“Tenía mucho dolor en la pierna izquierda. Una noche, mientras me movía en la cama, oí un crujido parecido al de un [chocolate] Kit Kat, seguido de un dolor intenso”.
Una cadena de problemas
Elaine fue a hacerse una tomografía y terminó confirmando sus miedos.
El clavo de la pierna izquierda le había atravesado el fémur, el hueso más fuerte del cuerpo humano. Estaba angustiada, pero dice que el doctor Guichet la calmó.
“Todo lo que tienes que hacer ahora es no preocuparte. Espera que esto se sane y una vez que eso ocurra, comenzaremos el proceso nuevamente”, señaló el médico.
La idea era continuar alargando la pierna derecha de Elaine, mientras programaban otra operación para tratar su pierna izquierda, la cual eventualmente se alargaría al mismo nivel que la derecha.
Elaine afirma que le dijeron que una operación extra le costaría miles de libras, y cuenta que estaba dispuesta a pagarlas si eso significaba que podía llevar el proceso hasta el final.
En septiembre, la pierna derecha había adquirido el tamaño objetivo de 7 centímetros. Pero las cosas no estaban del todo bien.
La diferencia de longitud entre ambas piernas le estaba causando problemas, curvando la columna e infligiendo un dolor constante.
Seis semanas después, tomografías de la pierna derecha mostraron una alarmante ausencia de crecimiento óseo. Su fémur era básicamente dos pedazos de hueso unidos por una varilla de metal.
Elaine buscó la ayuda del doctor Guichet, quien agendó una nueva operación en una clínica en la que trabajaba en Milán.
En abril de 2017, reiniciaron el proceso de alargamiento en la pierna izquierda, mientras inyectaban médula ósea en la pierna derecha para estimular el crecimiento del hueso en esa zona. Pero después de la operación, Elaine despertó con nuevas malas noticias.
“El doctor Guichet me dijo que el clavo se había roto mientras lo sacaba”, explica. “Tenía un clavo de otro paciente que pudo insertar”.
Esto iba a costar aún más dinero.
Tres días después, sin casi poder moverse, pero desesperada por irse a su casa, Elaine volvió a Londres.
Cuenta que la comunicación con el doctor Guichet se había deteriorado y que, para ese verano boreal, la relación médico-paciente se había roto.
No sabía dónde más acudir y en julio de 2017 logró ver a un cirujano especialista en ortopedia del sistema de salud público británico (NHS, por sus siglas en inglés).
Dice que el especialista le dijo que no sería un “un viaje corto” y que tenía que prepararse para al menos cinco años de tratamiento para sanar totalmente.
Secuelas físicas y psicológicas
Ocho años después de la cirugía inicial, Elaine dice que sigue recuperándose de las cicatrices físicas y mentales que le dejó este proceso.
Tiene una serie de problemas de movilidad y dice que sufre trastorno de estrés postraumático.
“De 2017 a 2020 me escondí del mundo. Estaba soltera, desempleada, sin dinero y discapacitada”.
Pero recientemente ha empezado a tener algo parecido a un cierre.
Cuatro años de batalla legal terminaron en julio pasado con un acuerdo que implicó que el doctor Guichet accediera a pagarle a Elaine una suma de dinero “sustancial” para resolver la demanda que ella interpuso, aunque sin admitir ninguna responsabilidad.
El abogado del cirujano negó cualquier negligencia de parte de Guichet y dijo esto en el tribunal:
“El caso del doctor Guichet es que aquí no hubo negligencia, que la fractura y la curación ósea tardía fueron complicaciones desafortunadas y no negligentes de las que se le advirtió a la Sra. Foo antes de la cirugía, y que la regeneración ósea limitada del lado derecho se vio agravada por el uso no revelado de antidepresivos por parte de la Sra. Foo y por extender deliberadamente el clavo en su pierna derecha más allá de la longitud acordada”.
El jurista también aseguró ante la corte que la señora Foo se “negó con frecuencia” a seguir el consejo de Guichet y que “descuidó su rehabilitación y fisioterapia”.
Elaine refuta todas esas acusaciones. Ella dice que los antidepresivos no estaban relacionados con las complicaciones que presentó y responsabiliza al médico de lo que le ocurrió.
Asumió que estaría a salvo porque estaba pagando mucho dinero, pero ha terminado pagando más que un precio económico.
“Perdí los mejores años de mi vida. Sé que a la gente le gusta oír la palabra arrepentimiento y si alguien me preguntara hoy si lo habría hecho de haber sabido que iba a pasar por todo esto, le diría un rotundo: ‘No, muchas gracias’”.
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