Admitiendo que el campo es crucial para el desarrollo del país, conviene poner atención a diagnósticos generados por expertos de estricta objetividad y desvinculados de narrativas oficiales que admitieron sin tapujos en un reciente cónclave de liderazgos agropecuarios que persisten deficiencias institucionales para implementar y sostener políticas de apoyo a los productores; sobre todo a los pequeños. La falta de infraestructuras, capacidades técnicas e insuficiente acceso a los mercados por vías terrestres atrapan en desventura a la ruralidad que lucha por salir de la pobreza.
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Está en dudas en este momento que en las zonas de mejores condiciones para siembras se logre producir suficientes bienes para atender la demanda alimentaria de la población dominicana.
En esas comunidades de Dios resalta una falta de gestión eficiente del Estado que se traduce en baja competitividad, lo que quiere decir que unidades de producción de todos los tamaños están afectados por una muy baja inversión pública dirigida a la agropecuaria nacional que el oficialismo no suele admitir.
Esto, en un momento en que existe para toda Centroamérica, en el marco del tratado DR-CAFTA, el desafío de que debe mejorarse la calidad y la inocuidad de los alimentos en lo que evidentemente el país está en desventaja con otros abastecedores del gran mercado norteamericano. La productividad no ha subido, demostradamente, y solo se cosecha más porque se extienden las zonas cultivadas. Eso es atraso.