La mensajería instantánea (WhatsApp) que concede espacio a los desbordes coloquiales para lo formal y socialmente útil lo mismo que para las fruslerías, cuitas personales y grupales con emotividades de corta vida, pasa de repente a una función barométrica de captar opiniones ciudadanas sobre temas de gran peso institucional y que parecería dirigida a aglutinar criterios interesadamente favorables a reformas sustantivas que encuentran todavía significativos rechazos que podrían alcanzar niveles que negarían legitimidad para lo constitucional. Y no contendrían ni mínimamente valor jurídico ni científico y estadístico para hacer las veces de herramienta para reflejar significativamente la voluntad popular. Esta resonancia que aprovecha la preferencia abrumadora de la Internet para lo bueno, lo malo y lo muy malo solo tendría en este caso carta de ciudadanía como recurso publicitario para una causa de Estado que hasta ahora no tiene interlocutor. Un ventajismo en pie. Se alega que para la más autorizada opción, que es el referendo que permitiría conocer lo que el pueblo prefiere para Carta Magna o para la legislación órganica que es el Código Penal, no está disponible por falta de una ley complementaria.
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Sin embargo, se trata de un vacío a llenar mediante algún proyecto que puede ser declarado de urgencia y que para su tranquilidad la opinión pública no vacilaría en aceptar. Con suficiente margen de sufragios a favor o en contra de esta fórmula expedita, la nación habrá hablado con toda autoridad.