Hace 30 años cuando llegó a Nueva York, el ecuatoriano Julio Chávez encontró en el reciclaje de botellas plásticas y latas, un espacio sin barreras, para levantar a su familia. Aunque ha combinado esta labor con otras actividades, a sus 50 años asegura estar inflado de orgullo, por haber trabajado desde que apenas pisó este país. Hoy es padre de una futura doctora, que cursa estudios en una prestigiosa universidad, quien aún lo ayuda en sus faenas diarias. Una labor que describe como vital para la Gran Manzana.
“Nuestro trabajo es muy importante. Y ha sido el motor para levantar a mi familia con honestidad. Esta es mi empresa. Y este es el verdadero sueño americano. Que nadie te regale nada. Que todo lo obtengas con esfuerzo. Mi hija es una profesional de la medicina. Y es hija de una familia de lateros, a mucha honra”, compartió Julio mientras terminaba de cargar su furgoneta en una calle del centro de Manhattan, con materiales que tenían como destino un centro de reciclaje.
Este residente de Queens, como miles de migrantes hispanos, ha encontrado en esta “empresa independiente” una forma de sobrevivencia, la cual podría dar un giro hacia una mayor rentabilidad, si se aprueban en Albany en los próximos días, algunas legislaciones que duplicarían sus ingresos, estancados por más de 40 años.
Sin embargo, no todos tienen una historia de crecimiento que compartir en este negocio.
Varias “radiografías” muestran las condiciones de pobreza atroz, en las que vive esta fuerza laboral esencial para la protección ambiental.
Y es que una investigación realizada entre la Alianza de Recicladores Independientes (AIR), la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY) y la Universidad de Connecticut mostró los resultados de la primera encuesta realizada a recicladores independientes en los cinco condados de la Gran Manzana durante el año pasado. Las conclusiones son terribles.
Migrantes, ancianos y mujeres vulnerables
Como ha sido descrito por años, estos trabajadores ganan en promedio un tercio del salario mínimo de Nueva York, si se cruza con el número de horas de otro tipo de trabajadores para obtener la misma cantidad de dinero.
“A pesar de los beneficios sociales y ambientales que traen a Nueva York, enfrentan condiciones precarias”, es una de las líneas gruesas que explica el estudio.
Luego de entrevistas con “lateros”, en 38 localidades se comprobó en números, lo que ya eran apreciaciones históricas: los recicladores provienen de comunidades muy marginadas, el 45,5% es de origen hispano y el 42% afroamericano, el 45% hablan tanto inglés como español y el 6% se comunica en otras lenguas indígenas de América como náhuatl, el siksiká, el mixteco y el quechua.
Los envasadores son en su mayoría adultos mayores. Más de la mitad tienen entre 50 y 65 años, y casi una quinta parte tiene más de 65 años de edad. La edad promedio de los encuestados era 54 años.
En el contexto del perfil demográfico de Nueva York, los ‘lateros’ son desproporcionadamente personas de color, inmigrantes y personas mayores.
Otro dato relevante y dramático, es que las mujeres que participan en esta faena, experimentan vulnerabilidades únicas y riesgos adicionales por su identidad de género, incluida la amenaza de violencia en el espacio público.
El mercado laboral discriminatorio para las personas de tercera edad y el poco acceso a servicios de cuidado infantil para madres inmigrantes, empujan mayormente a estos dos grupos que requieren de una fuente adicional y flexible de ingresos para sustentar a sus familias.
Existe además cierto equilibrio de género dentro de este sector: 52.2% de los encuestados son hombres y el 47.5% son mujeres.
Protección social: cero
Como se trata de una comunidad de trabajadores de muy bajos ingresos y desproporcionadamente mayores, para los investigadores era razonable, suponer en el momento que se inició esta encuesta, que gran parte de los recicladores acceden a más programas de protección social que el promedio de la ciudad de Nueva York. Sin embargo, hubo sorpresas: sólo el 32% reportó que usaba cupones de alimentos, mientras que Medicaid-Medicare es el plan social al cual más recurren.
“Es posible que el acceso a los beneficios entre esta población sea limitado para muchos debido a su situación migratoria”, acota en sus consideraciones el análisis de AIR, SUNY y la Universidad de Connecticut.
En general, este sector indica que cada vez la competencia es mayor, pero más que una actividad para resolver una emergencia por bajos ingresos, para gran parte de los encuestados ha sido una fuente de trabajo por toda una vida.
Nueve por ciento de quienes fueron incluidos en estas entrevistas, indicaron que habían estado procesando estos desperdicios por más de 30 años. En promedio, la mayoría tiene un promedio de 11 años en este sector.
En relación con las formas alternativas de trabajo, algo más de la mitad (52,5%) de los ‘lateros’ informaron tener formas alternativas para ganar dinero. Y algo menos de la mitad, (47,5%) no tiene otra forma de trabajo.
Para otras personas esta labor es una forma desesperada e inmediata de obtener dinero para dar su siguiente paso.
El análisis cita la historia de Daniel, quien tiene poco más de sesenta años. Trabajó como chef en El Bronx durante cuarenta años, especializándose en comida jamaiquina. Durante la pandemia lo despidieron y recurrió a este trabajo para sobrevivir.
Ahora no tiene alojamiento y no puede estar presentable para el trabajo, porque necesita acceso a una ducha y ropa profesional.
“Espero seguir reuniendo dinero con esta actividad, construir una base suficiente para alquilar una habitación. Y poder volver a solicitar empleo”, reconoció a los investigadores.
Recoger el riesgo
Como describe este trabajo académico, los envasadores trabajan al aire libre, expuestos a temperaturas cada vez más extremas. Su trabajo requiere recolectar y clasificar los artículos que se han desechado y que pueden mezclarse con productos peligrosos o tóxicos.
Como el horario de recogida de reciclaje se ha trasladado a más tarde por la noche, en muchas partes de la ciudad, en respuesta al problema de las ratas, muchos se enfrentan a trabajar hasta altas horas de la noche.
Muy pocos centros de canje, ofrecen algún alivio a los envasadores, como acceso a agua corriente, baños o refugio. Por ello, se enfrentan a multitud de riesgos para la salud y la seguridad.
El estudio confirmó que los riesgos para la salud siguen siendo una preocupación para los envasadores: más de la mitad (55%) informaron que enfrentaban riesgos para la salud al reciclar. Lo más común puntualizado, fue exposición a la contaminación, incluidos gérmenes y enfermedades transmisibles adquiridas durante la recolección. Todo agravado por la falta de condiciones sanitarias y de acceso a agua en los lugares de trabajo.
“También se describen peligros físicos en el trabajo, incluido el riesgo de cortes o lesiones por objetos rotos o agujas mezcladas con materiales reciclables. Los riesgos musculoesqueléticos incluían distensiones o lesiones por movimientos repetitivos, agacharse, estar de pie y caminar constantemente, o cargar bolsas pesadas de materiales”, precisan las conclusiones.
Centro de canje en “emergencia”
El sondeo pone a este sector en emergencia, pues uno de los hallazgos, es que los centros de canje en este momento, están luchando por mantenerse en funcionamiento.
“50% de los centros de reembolso han cerrado desde 2008. Los cierres se aceleraron en 2022 y 2023 debido a la inflación y las altas rentas. El sentimiento de los propietarios de los centros de canje es que sin cambios urgentes, el sistema comenzará a colapsar”, remarca este reporte en sus conclusiones.
Parte de la solución depositada en una ley
En parte, como respuesta a las presiones generadas por estas condiciones, la asambleísta Deborah Glick y la senadora Rachel May, presentaron en 2022 el anteproyecto conocido como ‘Mejor Botella’ (Better Bottle), que amplía el tipo de botellas o contenedores que pueden ser canjeados, aumenta el monto del depósito a diez centavos para los recicladores independientes e incrementa la tarifa de manejo de los centros de canje a seis centavos.
Para los activistas ambientales, que luchan por mejores beneficios para los recicladores, si se da luz verde a esta legislación, sería crucial por una diversidad de razones. Primero, aumentaría los ingresos de miles de familias inmigrantes, además sería un beneficio directo para las personas que padecen enfermedades físicas y mentales crónicas que han creado sus propios puestos de trabajo en una “economía circular”, que tiene enormes obstáculos.
Además, beneficiaría a todo el Estado al generar calles más limpias y vías fluviales menos contaminadas, mayores tasas de reciclaje, ahorro de costos para los municipios y un alza en los ingresos para el estado.
El gran Impacto de la Ley ‘Mejor Botella’:
- Aumentaría el depósito de 5 centavos a 10 centavos e incluiría una variedad más amplia de contenedores de bebidas, como las no carbonadas y las energéticas, productos lácteos, aguas que contienen azúcar y botellas de licores incluyendo el vino.
- El gobierno estatal se beneficiaría de los millones de toneladas de residuos desviados de los vertederos, sin coste alguno. Esto significaría mayores ingresos a los centros de canje, cuyas tarifas están estancadas desde que se aprobó la primera `Ley Botellas’ en 1982.
- Los gobiernos locales se beneficiarían de una menor presión sobre los sistemas de reciclaje municipal y mayores beneficios para el desarrollo económico local, a través del impulso a los centros de redención en dificultades por las pírricas tarifas.
- Los lateros desproporcionadamente ancianos, inmigrantes y personas de color tendrían automáticamente un aumento de sus ingresos, en un momento de inflación disparada, mayor competencia y redes de seguridad social insuficientes.
- Las generaciones presentes y futuras se beneficiarían de la importante disminución de la obstrucción de la basura en las calles y vías fluviales.
Precariedad social en números:
- 45.5% de los trabajadores de reciclaje independientes conocidos como ‘lateros’ son de origen hispano.
- 16% solamente tiene el beneficio de contar con una tarjeta del Seguro Social.
- 69% usa los ingresos de la recolección y el reciclaje apenas para cubrir sus necesidades alimenticias.
- 85% tiene más de un año trabajando en las calles en esta actividad.
- 63% tienen más de 50 años de edad.