más del doble de inversión que tras la II Guerra Mundial y un ‘shock’ para evitar el drama

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Cada cierto tiempo Europa retrocede a los momentos de su historia más relevantes. Es algo cíclico. La UE prefiere viajar al pasado para poder pensar en su futuro, y en la actualidad esa dinámica se cumple con más importancia que nunca. Ahora la Unión ha pasado del plan Marshall al plan Draghi; el primero es una referencia para el segundo, en tiempos de altísima exigencia para el bloque comunitario. Pero más allá de las generalidades, lo importante del documento presentado por el ex primer ministro italiano son los matices: la UE normalmente sabe toda la teoría, pero es lenta e ineficiente a la hora de pasar a la práctica. ¿Cuál es la letra pequeña de la receta del expresidente del BCE?

Como recordatorio, el Plan Marshall, lanzado por Estados Unidos en 1948, fue un esfuerzo para brindar asistencia económica a Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial. A través de este programa, Estados Unidos proporcionó 13.300 millones de dólares (equivalentes a 173.000 millones de euros) para la recuperación de las economías europeas. Sus principales metas incluían reconstruir las áreas devastadas por la guerra, eliminar las barreras comerciales, modernizar la industria, mejorar la prosperidad en Europa y prevenir la expansión del comunismo. El Plan Marshall también promovió la integración económica de Europa, la reducción de barreras entre los países y el fomento de la productividad y las prácticas empresariales modernas.

Ya no son tiempos de guerra (sí a las puertas de la UE, en Ucrania, pero no entre socios) pero Draghi toma como referencia aquella iniciativa, y las cuentas que le salen son mucho más ambiciosas… además de que los avisos no son nada optimistas:

La Unión Europea tiene que invertir 800.000 millones de euros anuales para ser competitiva, esto es, más del doble de lo que se invirtió tras la Segunda Guerra Mundial. Así, sin anestesia. Pero con una hoja de ruta que sea clara. Draghi desarrolla que es crucial ahondar en la coordinación de la regulación y eliminar las barreras administrativas; además, se debe alinear las políticas industrial, de competencia y comercial, para culminar la Unión de los Mercados de Capitales y atender unas necesidades de inversión “inéditas” en medio siglo. Todas ellas son además peticiones ya incluidas también en otro de los informes recientes, el de Enrico Letta sobre el futuro del mercado único. La realidad es que ambos dirigentes italianos hacen el mismo diagnóstico: la UE ha perdido fuerza en la carrera global.

El análisis final entiende, por otra parte, que para ese impulso será necesaria la inversión privada, pero esta no puede ser el pilar fuerte del todo, sino que la apuesta debe sustentarse en la inversión pública y, sobre todo, en empuje conjunto en diferentes sectores como la industria o la Defensa; especialmente, se entiende, en un momento en el que Alemania -el motor de la UE en este sentido- no está pasando sus años más boyantes. De hecho, la nueva Comisión Europea está preparándose hacia ese escenario, con un comisario de Defensa, otro centrado en la capacidad de producción de la UE y más peso a la perspectiva competitiva e industrial.

Poca productividad, poca competitividad

Draghi, con todo, tiene claro que el ritmo de toma de decisiones de la UE tiene que ser mucho más ágil para evitar seguir “en una lenta agonía”. No quiere hablar de ‘muerte’, pero sí avisa de que el tiempo corre en contra de la Unión. “Debemos abandonar la ilusión de que solamente la dilación puede preservar el consenso. En realidad, la dilación sólo ha producido un crecimiento más lento y ciertamente no ha generado más consenso”, sostuvo en un mensaje nítido para los 27.

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El informe Draghi es un aviso a navegantes. El nuevo “todo lo que sea necesario” del que fuera presidente del Banco Central Europeo incluye el mensaje más importante de todos, aunque suene genérico: la UE tiene que afrontar “cambios radicales” porque si no lo hace corre el riesgo de “perder su razón de ser” en un escenario feroz, cada vez más competitivo frente a Estados Unidos y China.

Para Draghi la UE no es capaz de meter una nueva marcha en una carrera de fondo y necesita cerrar una brecha que se ha ido agrandando con el paso de los años. La letra pequeña del informe no dice casi nada nuevo, pero sí es un aviso sobre lo que se juega la UE: la Unión tiene un problema de competitividad, de ‘fuga de talento’ y de inversión. Las nuevas tecnologías, por ejemplo, necesitan un impulso importante, igual que el proceso de descarbonización, a la vez que se invierte en energías limpias. En ese camino España va más avanzada que otros países.

Los ojos de Draghi se posan también en algo para lo que Bruselas ya tiene un plan escrito desde hace meses: las materias primas críticas. China lleva ventaja, pero esta es una de las prioridades de la Comisión Europea. El documento pide que se tome en serio este asunto porque es solo la punta del iceberg; si se toman buenas decisiones en este sentido se podrá precisamente tomar velocidad. La UE, además, es poco productiva porque va atrasada desde el punto de vista industrial e incluso militar. Lo ‘europeo’ tiene que ser prioritario. Es decir, la Unión tiene que corregirse a sí misma antes de querer ser grande frente a los demás.

La UE tiene negro sobre blanco lo que tiene que hacer en el futuro cercano, y abajo del todo aparece la firma de un Mario Draghi del que (casi) todo el mundo se fía. Ursula von der Leyen está terminando de perfilar su nueva Comisión Europea, que tendrá que seguir, en la medida de lo posible, las indicaciones del informe. Ya nadie podrá decir que no había un plan para el futuro de la Unión Europea. Draghi es casi un Dios en Bruselas… pero los problemas del bloque necesitarán algo más que rezos para solucionarse.

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