Más de Yennely Duarte Hilario

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A Yennely le gustaban las mariposas. “¡Mi bebé amada, mi reina, ay, ¡Dios mío, amor! ¡Te echo de menos, Yennely!”, exclama su madre, Yenny Hilario, justo al lado de la que fue la habitación de su hija”.

Esas paredes aún conservan aquellos dibujos que mandó encargar cuando Yennely era pequeña. El cuerpo de Yennely fue encontrado el pasado miércoles 27 sin vida en el suelo de la localidad de Cotuí. Tenía signos de violencia, con unas quince estocadas perpetradas con un cuchillo, y numerosos moratones.

El jueves, la asesina se entregó a la policía y confesó el terrible crimen que había cometido.

Ella es Ammy Hiraldo, de 21 años, quien se encuentra en manos de la justicia a la espera de un juicio que la mandará a la cárcel por muchos años.

La madre de Yennely estuvo ayer en el cementerio de Cotuí. Pronto por la mañana se acercó al lugar donde descansa su hija y su marido, al que perdió hace dos años, para dejar unas flores.

El nicho de su hija se ve reciente, con el cemento que lo sella más colorido que los demás. Aún no ha pasado tiempo para que se desgaste, ni tampoco para olvidar lo que ocurrió.

El pueblo de Cotuí está de luto. No es normal que ocurran esta clase de crímenes. Una amiga que acaba con la vida de otra. Una madre que pierde a su hija.

Ahora ella descansa junto a su padre. Antes de tiempo, pero juntos otra vez. Cuando su familia habla de ella, la describen como una chica feliz. “Yennely pasaba su tiempo libre escuchando música, le gustaba bailar y jugar con la perra”, explica su madre.

Las últimas semanas de Yennely, de tan solo 18 años, fueron felices. Su madre lo describe como si se “estuviera despidiendo de este mundo”.

No porque supiera lo que le iba a pasar, sino porque en sus últimas semanas de vida se mostró feliz, cercana, sonriente.

“Ella fue al concierto de Karol G, estuvo en la playa, ese mismo día se fue al salón, fue a arreglarse sus uñas, tenía el deseo de comerse un Mondongo. Estuvo feliz, gracias a Dios”, explica. Hace unas semanas, Yennely fue a la playa y escribió en la arena el nombre de su perrita, Lily, junto a un corazón.

Ese mismo día, Yennely fue a visitar a amistades de su madre, “como despidiéndose, pero ella no se pudo despedir de mí”, concluye. A pesar de haber tenido un pasado con algunos momentos difíciles, Yennely estaba en su mejor momento. La relación de Yennely con la asesina confesa no era tan solo de amistad. “Ellas tuvieron una relación sentimental. Las cosas hay que decirlas como son”, aclara la madre de Yennely.

Sin embargo, su hija tenía otros planes, y no pasaban por seguir en esa relación. Llevaba un tiempo conociendo a un hombre, su novio. Ella y su novio hablaban mucho, “pasaban el día entero comunicándose”.

Eso hizo que Ammy Hiraldo quedara fuera de la ecuación. “Ya la habían terminado, ella no lo aceptó y decidió terminar con la vida de mi hija”, explica la madre de Yennely.

La familia y amistades de la joven de 18 años quieren que se haga justicia. “Tiene que pagar por el hecho que ella hizo”, expresa.

Pero esto no es todo. Además del inmenso dolor que siente la familia, también existe el temor de que otro culpable salga impune. Creen que el asesinato no fue cometido tan solo por una persona, sino que hubo otro implicado.

La casa de la familia de la asesina confesa parece deshabitada. Al hacer sonar el timbre, nadie contesta. Las ventanas y las puertas están cerradas. La mayoría de los vecinos no quieren hablar.

Otros, los que se prestan, afirman que la familia se ha ido de la casa.  A pesar del horrible crimen, la madre de Yennely no le guarda odio ni rencor a la familia.

«Están pasando un mal momento, pero tienen a su hija. Le pido a Dios que les de fortaleza, porque cuando un hijo comete esa barbaridad se mueren en vida. Pero yo ya no tengo a mi hija», expresa, serena.

No tuvo una vida fácil en todo momento. Creció en una familia con valores cristianos y su madre se ocupó de que no le faltara de nada. Sin embargo, tal y como afirma su tía, Crisleidy Gutiérrez, Yennely “era de otra orientación”.

Al principio, esto causó mucho impacto en una familia que defiende unos valores cristianos. “Tratamos de comprenderla y aceptarla así”, expresa Crisleidy.

Yennely tuvo algunos episodios difíciles en su vida. Tal y como afirma su tía, “tuvo depresión y trató de quitarse la vida. Estuvo una semana en un centro psiquiátrico”, concreta. Sin embargo, esas épocas de dificultad ya habían quedado atrás. Cristofer, uno de los amigos de Yennely, explica que “ella había superado la depresión y estaba en su auge”. Había ido recientemente al concierto de Karol G y se encontraba “muy, muy feliz”. Yennely estaba en su mejor momento, explican sus familiares y amigos.

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Por la tarde, después de haber dejado una rosa en la tumba de su hija, la madre de Yennely y sus amistades se trasladan a San Francisco de Macorís para manifestarse y pedir justicia.

Alrededor de 80 personas se reúnen a las tres de la tarde, con pancartas y canciones, para recordar a Yennely e intentar que se haga justicia.

Allí se encuentra Angelina, amiga de la fallecida desde que eran pequeñas. “Crecimos juntas, éramos como hermanas”, explica Angelina.

 

El nicho de su hija se ve reciente, con el cemento que lo sella más colorido que los demás. Aún no ha pasado tiempo para que se desgaste, ni tampoco para olvidar lo que ocurrió.

El pueblo de Cotuí está de luto. No es normal que ocurran esta clase de crímenes. Una amiga que acaba con la vida de otra. Una madre que pierde a su hija.

Ahora ella descansa junto a su padre. Antes de tiempo, pero juntos otra vez. Cuando su familia habla de ella, la describen como una chica feliz. “Yennely pasaba su tiempo libre escuchando música, le gustaba bailar y jugar con la perra”, explica su madre.

Las últimas semanas de Yennely, de tan solo 18 años, fueron felices. Su madre lo describe como si se “estuviera despidiendo de este mundo”.

No porque supiera lo que le iba a pasar, sino porque en sus últimas semanas de vida se mostró feliz, cercana, sonriente. “Ella fue al concierto de Karol G, estuvo en la playa, ese mismo día se fue al salón, fue a arreglarse sus uñas, tenía el deseo de comerse un Mondongo. Estuvo feliz, gracias a Dios”, explica.

Hace unas semanas, Yennely fue a la playa y escribió en la arena el nombre de su perrita, Lily, junto a un corazón.

Ese mismo día, Yennely fue a visitar a amistades de su madre, “como despidiéndose, pero ella no se pudo despedir de mí”, concluye. A pesar de haber tenido un pasado con algunos momentos difíciles, Yennely estaba en su mejor momento.

La relación de Yennely con la asesina confesa no era tan solo de amistad. “Ellas tuvieron una relación sentimental. Las cosas hay que decirlas como son”, aclara la madre de Yennely.

Sin embargo, su hija tenía otros planes, y no pasaban por seguir en esa relación. Llevaba un tiempo conociendo a un hombre, su novio. Ella y su novio hablaban mucho, “pasaban el día entero comunicándose”.

Eso hizo que Ammy Hiraldo quedara fuera de la ecuación. “Ya la habían terminado, ella no lo aceptó y decidió terminar con la vida de mi hija”, explica la madre de Yennely.

La familia y amistades de la joven de 18 años quieren que se haga justicia. “Tiene que pagar por el hecho que ella hizo”, expresa.

Pero esto no es todo. Además del inmenso dolor que siente la familia, también existe el temor de que otro culpable salga impune.

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