Aunque tienen denominación geográfica no existen en los mapas, porque no ocupan un espacio sino que son expresiones gastadas, remanidas y usadas hasta el cansancio en la lengua coloquial y, cuando aparecen en páginas de periódicos o de sitios web, solo demuestran mediocridad y falta de imaginación.
Expresiones como “el astro rey” (el sol) o “el firmamento azul” (el cielo) están en desuso, pero el desconocimiento del idioma castellano de muchos comunicadores se aprovisiona enseguida de nuevas expresiones tan huecas, tan vacías de contenido real que podríamos llenar páginas enteras si nos dedicáramos a enumerarlas.
Las lluvias caídas no solamente caen, sino que parecen plagiar a lluvias anteriores porque son copiosas, los accidentes de tránsito suelen ser espectaculares, las persecuciones policiales casi siempre son cinematográficas, calificación que también les cabe a los asaltos, los incendios son voraces y los discursos encendidos.
La claridad de las explicaciones, más cuando se trata de funcionarios que cuentan con la simpatía del cronista, es meridiana, y las consecuencias o resultados de cualquier cosa que suceda son producto de o fruto de, así nos encontramos con: “Los cadáveres fruto del accidente fueron trasladados…” como si alguna inteligencia superior hubiera “sembrado” un accidente en cualquier lugar para “cosechar” posteriormente los “cadáveres-fruto”.
Los triunfos deportivos son “resonantes”, los conciertos tienen concurrencia “mulitudinaria” y en la prensa rosa los entrevistados “rompen el silencio” y a veces hasta “se confiesan”, como si bruscamente el entrevistador hubiese adquirido mediante su grabador o su cámara una categoría sacerdotal.
Sucede también que la actividad económica en lugar de tener bajo rendimiento en algunos sectores aparece “deprimida”, como si los problemas de producción y los costos necesitaran no de una inversión mayor de recursos o de dinero, sino de atención siquiátrica.
Para huir de los lugares comunes basta con acudir a los buenos escritores, como García Márquez, Borges, Cortázar, Onetti, Octavio Paz, o Leopoldo Marechal, entre otros, cuyas obras son de fácil acceso en internet y en su lenguaje simple, pero estructurado con maestría, será fácil comprender que la simpleza suele ser sinónimo de sabiduría y no de facilismo.