Los retrasos niegan justicia y exponen inocentes a lo peor

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Factores que debieron ser neutralizados hace tiempo con robustas medidas institucionales contribuyen considerablemente a que las cárceles del viejo sistema, que son mayoría, funcionen como almacenes de hombres y mujeres que evocan deshumanizadas cuadras de caballos (a los de pura raza los tratan muy bien). Nacer para mascotas veneradas les hubiera salido mejor a infortunados individuos que llenan presidios de las peores condiciones. Espacios en los que sufren explotación por vía de suministros esenciales que tras rejas resultan más caros y la logística que debería tratarlos con dignidad es de oprobio.

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La aplicación, considerada excesiva desde la visión de especialistas, de encierros preventivos amontona seres vivos en celdas inmundas hasta por lapsos que superan la pena máxima que fijan códigos para determinadas agresiones a la sociedad. Cruel castigo antes de que muchos casos pasen a lo definitivamente juzgado. Los reenvíos, en el seno de un sistema judicial superado en sus capacidades de rendir un cabal servicio, sumen en existencia desgraciada a muchos ciudadanos sin culpabilidad reconocida. Cárceles creadas originalmente para una cuarta parte de la población de condenados o sin juzgar que en la actualidad revienta inmisericorde sus paredes califican para dudar que el nivel de civilización del que el país se ufana esté llegando, real y efectivamente, a todo sitio. Las excepciones son aplastantes. Ni al peor enemigo se le puede desear que caiga preso.



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