Noche de verano, tranquila pero calurosa. Una pareja joven cumple un mes con un nuevo miembro en la familia. Ambos observan a su pequeño ángel durmiendo plácidamente en la cuna.
De repente, el bebé se agita, mostrando signos de incomodidad. Los padres primerizos desean aliviar la tensión de su hijo, pero se encuentran perdidos, no saben cómo proceder.
En ese momento, el masaje infantil puede venir al rescate.
Práctica milenaria de eficacia probada
La piel, el órgano más extenso del cuerpo humano, desempeña un papel crucial en nuestra comunicación con el mundo exterior. En este contexto, el masaje emerge como una técnica que va más allá de la mera manipulación física.
La aplicación de movimientos suaves y rítmicos en el cuerpo del niño es una práctica milenaria que no solo le proporciona alivio físico, sino que contribuye a su desarrollo emocional y social.
Se utiliza en consulta pediátrica, pero también es recomendable para que los padres –siempre con el debido asesoramiento profesional sanitario– fortalezcan los vínculos afectivos y promuevan el bienestar de su pequeño.
Así puede beneficiar al bebé
Ahora exploraremos los múltiples beneficios que depara esta maravillosa y sencilla herramienta:
- Impacto multisistémico. El masaje infantil no se limita a la piel; su influencia benéfica se extiende al sistema nervioso y circulatorio. El masaje estimula el flujo sanguíneo y linfático, mejorando la oxigenación de los tejidos y la eliminación de toxinas.
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Desarrollo motor. Contribuye a la estimulación de los músculos y la mejora de la flexibilidad y coordinación, lo que puede favorecer hitos importantes en el desarrollo motor del bebé, como el control de la cabeza, el volteo, el gateo y el momento de empezar a caminar. Además, al promover una postura corporal más adecuada, el masaje infantil puede ayudar a prevenir problemas ortopédicos y a optimizar la alineación estructural del cuerpo en crecimiento.
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Vínculo afectivo. Además de calmar al bebé, este contacto directo establece una conexión profunda con el cuidador, fundamental para el desarrollo emocional y social del niño. Este vínculo se ve reforzado por la conexión “piel con piel“, que fomenta un sentido profundo de seguridad y pertenencia en él.
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Reducción del estrés y ansiedad. Los movimientos suaves y rítmicos del masaje disminuyen las hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina. Adicionalmente, la liberación de endorfinas promueve la relajación y la sensación de bienestar.
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Desarrollo cognitivo. El contacto físico y la atención durante el masaje contribuyen al desarrollo cerebral del bebé. La estimulación sensorial mejora la percepción y la cognición.
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Conciencia corporal. Ayuda a los bebés a desarrollarla al estimular diferentes partes del cuerpo y proporcionar experiencias táctiles variadas. Esto puede reforzar la coordinación motora, el equilibrio y la postura adecuada a medida que los niños crecen.
El momento adecuado
Hay situaciones en las que el masaje infantil se revela especialmente eficaz, como las siguientes:
- Después del baño. Es una forma perfecta de relajar al bebé, ya que la piel está suave y receptiva, y el pequeño, listo para recibir cariño.
- Antes de dormir. Un masaje suave puede ayudar a calmar al niño y prepararlo para un sueño reparador.
- Momentos puntuales de tensión o molestias o simplemente como rutina diaria.
Hay que tener en cuenta que los beneficios del masaje no se limitan a los bebés; se amplían a niños con necesidades especiales y prematuros, que pueden experimentar sus efectos positivos hasta edades más avanzadas. Para que el pequeño reciba los beneficios descritos, el masaje debe ser enseñado por profesionales de la salud pediátrica.
En conclusión, el masaje infantil trasciende lo meramente físico para convertirse en una herramienta terapéutica intuitiva que nutre tanto el cuerpo como el alma del bebé. Padres y cuidadores: no subestimen el poder de sus manos amorosas, anímense a explorar este camino de caricias y afecto. Su pequeño ángel se lo agradecerá.