Por Elizabeth Ogando

Hablar de los apagones en nuestro país es hablar de una realidad que nos acompaña desde hace muchos años. A pesar de que se han hecho esfuerzos por modernizar el sistema eléctrico, todavía seguimos enfrentando cortes de luz que afectan tanto la vida diaria como la economía.
Este problema tiene varias causas. Por un lado, heredamos un sistema eléctrico débil, con pérdidas constantes y con poca inversión en infraestructura. Además, no hemos diversificado lo suficiente nuestras fuentes de energía, lo que nos hace más vulnerables.
Lo cierto es que los apagones no solo nos incomodan en casa, sino que también golpean directamente a los negocios, a las fábricas y hasta a los estudiantes que dependen de la electricidad para estudiar. Incluso, la sensación de inseguridad aumenta cuando nos quedamos sin luz en las calles o en los hogares.
En los últimos meses, se ha intensificado la demanda eléctrica hasta niveles récord, lo cual ha puesto al sistema eléctrico en una situación de máxima tensión. Por ejemplo, el país registró una demanda máxima instantánea de 3,923 megavatios (MW) y al mismo tiempo logró generar 1,554 MW mediante fuentes renovables, un hito que muestra tanto el crecimiento como los desafíos que implica mantener el sistema operando bajo presión elevada, según informo el ministro de Energía y Minas Joel Santos.
Sé que se están impulsando proyectos de energía renovable y de expansión de la capacidad instalada, lo cual es positivo. Sin embargo, todavía queda el gran reto de garantizar un sistema eléctrico estable y confiable. Eso requiere compromiso, inversión y también conciencia de todos sobre el uso responsable de la energía. Los apagones no son simplemente un fallo técnico: son un obstáculo para el desarrollo de nuestro país. Resolver este problema es clave para que podamos vivir con dignidad y con la confianza de que el futuro energético será mejor.


