Redacción.- Fenómenos atmosféricos como las fuertes nevadas o lluvias intensas pueden aumentar las posibilidades de que se produzcan terremotos, según un estudio realizado parcialmente por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en inglés) publicado este miércoles.
Los científicos han descubierto que, además de buscar las causas de los temblores de tierra en la colisión de placas tectónicas o en el movimiento de fallas, también hay que prestar atención al clima como “factor de segundo orden”.
Esta investigación pionera ya ha monitorizado algunos terremotos ocurridos en los últimos años -más otros temblores actuales- en Japón que podrían haber estado condicionados por fenómenos meteorológicos previos.
“Vemos que las nevadas y otras cargas ambientales de la superficie influyen en el estado de tensión del subsuelo, y que el momento en que se producen precipitaciones intensas está muy relacionado”, afirma William Frank, coautor del estudio y profesor adjunto del Departamento de Ciencias de la Tierra, Atmosféricas y Planetarias (EAPS) del MIT.
El proyecto también ha contado con el antiguo investigador asociado del MIT Qing-Yu Wang, ahora en la Universidad de Grenoble Alpes; con el doctor de la EAPS Xin Cui; Yang Lu, de la Universidad de Viena; Takashi Hirose, de la Universidad de Tohoku, y Kazushige Obara, de la Universidad de Tokio.
El equipo del MIT, junto con sus colegas japoneses, ha tratado de detectar patrones que explicaran la persistencia de los seísmos en la península de Noto (Japón) desde finales de 2020, donde se han producido, según el estudio, múltiples terremotos continuos sin una sacudida inicial o un desencadenante claro, como ocurre habitualmente.
Han consultado el registro de terremotos de la Agencia Meteorológica de Japón, y de puntos de monitoreo repartidos por todo el país, de los últimos 11 años para obtener una idea de la velocidad a la que viajaba una onda sísmica entre estas estaciones.
Así, los investigadores han generado una imagen evolutiva de la velocidad sísmica bajo la península de Noto y han observado que desde 2020 los cambios en la velocidad de las ondas parecían estar sincronizados con las estaciones.
“Cuando llueve o nieva, eso añade peso, lo que aumenta la presión de los poros, que permite que las ondas sísmicas se desplacen más despacio y cuando se elimina todo ese peso, por evaporación o escorrentía, de repente, esa presión de poros disminuye y las ondas sísmicas son más rápidas”, explica Frank.
De esta forma, han descubierto que la sucesión de terremotos que están sufriendo los habitantes de Noto puede explicarse en parte por las precipitaciones estacionales y, en particular, por las fuertes nevadas.
“Vemos que el momento en que se producen los seísmos coincide perfectamente con los momentos en que se producen nevadas intensas”, precisa Frank, aunque recalca que se trata de “factores de segundo orden” y que el desencadenante principal siempre se originará bajo tierra.
Los académicos sospechan ahora que esta nueva conexión entre terremotos y clima podría no ser exclusiva de Japón y desempeñar un papel en la actividad sísmica de otras partes del mundo.
Además, predicen que la influencia del clima en los terremotos podría ser más pronunciada con el calentamiento global porque si se entra en un “clima cambiante con precipitaciones más extremas”, se modificará “la forma en que se carga la corteza terrestre” y “seguro” que tendrá un impacto en los temblores.