El sacerdote Fray José Guerrero, durante el tercer mensaje del Sermón de las Siete Palabras, hizo un llamado a la mujer dominicana este Viernes Santo desde la Catedral Primada de América.
El religioso basó su lectura en el verso bíblico de Juan 19: 26 al 27, donde dice: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre”.
El sermón dice de manera íntegra:
«En dos ocasiones Jesús llama a María mujer. ¿Por qué llama a su madre mujer? Porque María es la nueva Eva, madre de todos los vivientes que han nacido de nuevo, del agua y del Espíritu, fruto de la Pascua de Cristo.
Estas hermosas palabras de Jesús en la cruz, de un gran alcance teológico, revelan una profunda relación entre María y la Iglesia. En la Teología de Juan, el discípulo amado representa a la Iglesia fiel que está presente en el momento más dramático de la vida del Maestro. El discípulo acoge a María en su casa.
La Iglesia es la casa de María, donde recibe atención, protección y cariño filial. María, por su parte, nutre a la Iglesia con maternidad fecunda y con su poderosa intercesión por sus hijos e hijas para que su Hijo Amado, el Verbo Encarnado, siempre ponga en su Iglesia el vino que hace falta.
Quiero abrir un paréntesis, para hacer un llamado a nuestros hermanos evangélicos, que han dejado a María fuera de su casa, para que junto con nosotros experimenten la ternura, la delicadeza y el amor de la madre del nuevo pueblo de Dios.
En la tradición evangélica protestante, María no tiene espacio, no tiene un discípulo amado quien la acoja en su casa, han dejado fuera de su hogar a la madre del Redentor. Hermanos evangélicos, estamos en la época de la globalización; la globalización es un signo de los tiempos que exige la unidad de todo el pueblo de Dios; la misma unidad de Dios exige la unidad de su pueblo y el nuevo pueblo de
Dios se realiza y se constituye en la Santa Madre Iglesia Católica. La historia nos da la razón. Después de la muerte del último apóstol, san Juan Evangelista, ¿por qué tengo que esperar más de 1,500 años de historia, para que venga Martín Lutero y todos los reformadores y reformadoras antes y después de él para que me digan dónde está la verdad del cristianismo y de la Iglesia de Cristo? ¿Por qué no
escuchar mejor a Papías, san Policarpo, san Ignacio de Antioquía, san Clemente, san Justino mártir, san Ireneo, san Atanasio, Orígenes, Tertuliano, al gran san Agustín de Hipona, san Cirilo de Alejandría? Algunos de ellos fueron discípulos de los apóstoles, o bien los conocieron. Es tiempo de revisar la historia, los contenidos fundamentales del cristianismo y volver el rostro al verdadero pueblo de Dios que se constituye y se realiza en la barca de Pedro. Cierro el paréntesis y vuelvo con María.
María, la nueva Eva, es la expresión máxima de ser mujer. De ella procede el autor de la vida, el Redentor, el Salvador, el Libertador del género humano. Desde toda la eternidad fue elegida por el Padre para ser la
madre del nuevo Adán y de su nuevo pueblo, la Santa Madre Iglesia Católica.
Ella es la llena del Espíritu Santo, que, guiada por Él, siempre gravitó en la órbita de la voluntad del Padre.
Mujer del siglo XXI, mujer dominicana, tienes un modelo ejemplar en la madre de Jesús, cumple hoy tu gran rol histórico que es provocar una gran revolución espiritual.
Lo que más necesita esta humanidad globalizada, preñada de tanta maldad, odio, violencia, hipocresía, egoísmo, injusticia, maltrato sistemático a la madre tierra… es un salto cualitativo espiritual que nos devuelva la amistad con Dios y la fraternidad entre los seres humanos y con la madre tierra. Ese salto cualitativo en el hoy histórico pertenece a la conciencia femenina. Despierta, mujer, conéctate con tu
esencia, y, como María y con María, date prisa, ponte en camino y enciende la chispa de la revolución espiritual, que cambiará el curso de la historia hacia un destino de paz, fraternidad, verdad, amor y solidaridad global.
Mujer del siglo XXI, mujer dominicana, como María Santísima, madre del Salvador y madre nuestra, sé portadora de una profunda experiencia mística capaz de engendrar al nuevo ser que necesita la humanidad globalizada.
Un ser humano conectado con su esencia, con su verdad eterna, con su identidad sobrenatural, con su yo soy trascendente; en una palabra, conectado con su yo soy hijo (a) de Dios. María Santísima estuvo presente en el momento más dramático de su Hijo, su pasión y muerte violenta, momento cumbre en el devenir de la historia, que perdonó todos los pecados del género humano. La mujer de hoy debe estar presente en el momento más culminante y brillante, momento que no ha llegado, pero está por llegar. El momento del hombre y la mujer conectados con su esencia, portadores de una experiencia mística de la Paternidad Divina; y la humanidad del mañana, que se está gestando en el hoy, tendrá el rostro del Hombre Nuevo, Jesús, y de la Mujer Nueva, María. Paz y Bien.