El Gran Santo Domingo, sus municipios, distritos municipales, parques, universidades, establecimientos turísticos y de negocios, han sido arropados por paradas de motoconchistas, vendedores ambulantes, talleres improvisados y centros de expendio de bebidas alcohólicas, que afectan seriamente no solo el ornato, la higiene y la paz social, sino también la libertad de tránsito y el derecho a respirar aire puro.
Esto ocurre en los siete municipios de la provincia Santo Domingo, en el Distrito Nacional y en los distritos del entorno, sin que las autoridades le hayan puesto seriamente el frente a la situación, para establecer controles correctivos y devolverles la vida a las comunidades afectadas, que son prácticamente todas.
Aunque esto está ocurriendo hace años en las principales ciudades del país, con el surgimiento de las nuevas autoridades municipales, sería de sumo agrado que los alcaldes y directores escogidos jueguen su rol y devuelvan la higiene y el esplendor a sus respectivas comunidades.
Las universidades están rodeadas de negocios improvisados que además de embadurnar el entorno, ponen en peligro la seguridad de los estudiantes cuando salen de las aulas, porque allí se juntan vendedores y delincuentes.
Los parques se han convertido, en gran parte de los casos, en vertederos improvisados, debido a que muchos han sido tomados por motoconchistas como paradas, al igual que algunos carros del transporte público, sin control alguno de los gremios ni las autoridades.
Es tiempo de que las autoridades recurran a las juntas de vecinos organizadas y creen grupos de vigilancia con ese propósito, para que la gente pueda dormir, descansar y volver a la tranquilidad que antes se disfrutaba. Así, nuestros hijos y nietos podrían ir a los parques a recrearse y gozar del ambiente sano que otrora representaban.
Es preciso devolver al país su alegría, esplendor y calidad humana, para que el turista que nos visita y los propios ciudadanos, disfruten en cada localidad, provincia o municipio, de la alegría que nos caracteriza sin miedo, ruido ni zozobra. ¡Manos a la obra!
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