Con algunos de sus pasillos congestionados en estos días por una multitud compuesta por madres tensas e hijos quebrantados, el principal hospital infantil del país gritaría, si pudiera hacerlo desde sus paredes, que sus instalaciones y recursos humanos y científicos no dan para más; que el problema no es de falta de vocación y diligencia del personal a cargo. Es que las supremas autoridades sanitarias dominicanas no parecen haber tomado en cuenta el crecimiento vegetativo y de necesidad asistencial de la población ni habrían puesto atención a la virtual congelación de ingresos de una gran parte de la sociedad para la cual los servicios públicos aparecen como opciones únicas para sobrevivir a las enfermedades.
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Más de un tercio de toda la niñez de este país que pertenece a los más bajos estratos reside en el Gran Santo Domingo y sus contornos. Y el Robert Reid suele ser su única alternativa, como lo es también para miles de menores y recién nacidos que le llegan de fuera por tratarse del gran centro que está programado para destinar pacientes pediátricos graves desde las provincias.
En un país en el que el ingreso promedio de los bajos niveles de la demografía no alcanza para el costo mínimo de la vida, la escasa y casi nula disponibilidad de Atención Primaria para auxilios cercanos, eficientes y sin costos hace suponer que demasiada gente está sanitariamente en algún grado de desamparo. Además de inaugurar más hospitales debe optimizararse la gestión y capacidades de lo que ya existían.