La vigilancia sobre la floresta no debe seguir fallando

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El reforestar que inspiradamente avanza con esfuerzos privados y gubernamentales es una labor de protección a los recursos naturales que de todos modos enfrenta como contraparte negativa los cortes y destrucción de suelos fértiles que también se desplazan arrolladores favorecidos por detecciones tardías (a veces irremediables) de las autoridades correspondientes. No se hace mucho por la causa medioambiental si las diligentes brigadas que van de siembra a equis lomas tienen en paralelo a depredadores de bosques sobre otras latitudes nacionales. Y como en el argot de algunos matemáticos «cero mata cero», con esto de que en materia de vegetación en el país se pierde y se gana indistintamente, a la larga los daños y pasivos terminarán superando el éxito. Con un sistema de vigilancia de predios intocables según la ley que sigue siendo el último en enterarse o en reaccionar, la aniquilación de reservas verdes no es frenada todavía con las barreras infranqueables que el futuro de la nación requiere.

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Endebles como si el Ministerio de Medio Ambiente resultara un protagonista solitario en la cruzada por evitar que la intensa erosión continúe haciendo perder fertilidad a los terrenos arrasados. Del Poder Ejecutivo dependería obviamente elevar la capacidad operativa del órgano protector sumándole recursos humanos con herramientas y medios aéreos, terrestres, electrónicos y satelitales que facilitarían tareas cruciales antes de que sea demasiado tarde.



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