La teoría de las expectativas racionales y el dilema de aumentar el rango meta de las tasas de interés

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Esta semana, la Oficina de Estadísticas de los Estados Unidos (BLS, por sus siglas en inglés), anunció que la inflación aumentó en el mes de febrero. La inflación se mantiene por encima del 3% en términos interanuales, muy lejos del 2% del rango meta que tiene establecido la Reserva Federal en su programa monetario. En noviembre pasado, advertimos de que no se podía cantar victoria debido a que la inflación aún se mantenía relativamente elevada, lo que haría difícil su convergencia dentro del rango meta. La teoría económica nos indica que, en respuesta a las altas tasas de inflación, los bancos centrales a menudo consideran aumentar las metas de tasas de interés para frenar las presiones inflacionarias. Sin embargo, la eficacia de tales medidas está influenciada por la teoría de las expectativas racionales, que sugiere que los individuos forman expectativas sobre las condiciones económicas futuras basándose en toda la información disponible. Este artículo examina las implicaciones de la teoría de las expectativas racionales para los bancos centrales que enfrentan una inflación alta y persistente y las complejidades involucradas en el ajuste de las metas de tasas de interés.

La teoría de las expectativas racionales, iniciada por John F. Muth, en la década de 1960 y desarrollada más adelante por economistas como Robert Lucas y Thomas Sargent, afirma que los agentes económicos hacen predicciones óptimas sobre el futuro utilizando toda la información relevante. Esto implica que los individuos anticipan cambios en las variables económicas, incluida la inflación, basándose en su comprensión de los fundamentos económicos subyacentes y las acciones políticas pasadas. En el contexto del aumento de los niveles de precios, la teoría de las expectativas racionales sugiere que las personas ajustan su comportamiento en respuesta a cambios anticipados en precios, salarios y política monetaria.

Los bancos centrales suelen recurrir al aumento de las tasas de interés para combatir las altas tasas de inflación reduciendo la demanda agregada y desacelerando la actividad económica. Sin embargo, la eficacia de esta herramienta política se ve cuestionada por la teoría de las expectativas racionales. Si los individuos anticipan aumentos de las tasas de interés por parte del banco central, pueden ajustar su comportamiento en consecuencia, mitigando potencialmente los efectos previstos de la política. Por ejemplo, los hogares pueden aumentar preventivamente sus ahorros y las empresas pueden posponer las decisiones de inversión, lo que tendría un efecto desalentador sobre el crecimiento económico sin una disminución correspondiente de la inflación.

Además, la credibilidad de las acciones de los bancos centrales desempeña un papel crucial en la configuración de las expectativas de inflación. Si se percibe que el banco central está comprometido con su mandato de combatir la inflación y es capaz de alcanzar sus objetivos, los individuos pueden ajustar sus expectativas en consecuencia, facilitando la efectividad de los aumentos de las tasas de interés. Sin embargo, si se cuestiona la credibilidad del banco central o si las personas creen que las presiones inflacionarias son impulsadas por factores fuera del control del banco central, como shocks de oferta o desequilibrios estructurales, el impacto de los aumentos de las tasas de interés puede ser limitado.

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En conclusión, los bancos centrales que luchan contra una inflación elevada y persistente se enfrentan a un complejo entorno de toma de decisiones determinado por la teoría de las expectativas racionales. Si bien aumentar las metas de tasas de interés puede parecer una solución sencilla para frenar la inflación, la efectividad de tales medidas depende de qué tan bien los agentes económicos anticipen y respondan a las acciones del banco central. Además, las consideraciones de credibilidad, expectativas de inflación y factores externos que influyen en la dinámica de la inflación complican aún más el proceso de formulación de políticas. A medida que los bancos centrales navegan por este desafiante panorama, una comprensión matizada de la teoría de las expectativas racionales y sus implicaciones es esencial para diseñar estrategias de política monetaria efectivas. Por consiguiente, consideramos muy poco probable un aterrizaje suave de la economía estadounidense y la reducción de tasas de producirá cuando los gritos de recesión se escuchen por todo lo alto.

               Referencias:

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  1. Barro, Robert J., and David B. Gordon. «A Positive Theory of Monetary Policy in a Natural Rate Model.» Journal of Political Economy 91, no. 4 (1983): 589-610.
  2. Sargent, Thomas J., and Neil Wallace. «Rational Expectations and the Dynamics of Hyperinflation.» International Economic Review 14, no. 2 (1973): 328-350.
  3. Sims, Christopher A. «Rational Inattention: Beyond the Linear-Quadratic Case.» American Economic Review 96, no. 2 (2006): 158-163.
  4. Blanchard, Olivier, and Jordi Gali. «Real Wage Rigidities and the New Keynesian Model.» Journal of Money, Credit, and Banking 39, no. 1 (2007): 35-65.



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