Nueva Zelanda es un país interesante, pero a los españoles nos coge bastante a trasmano y lo conocemos poco. Sólo noticias pintorescas y poco más. Es un país bastante rico en ganadería, pero hace poco nos enteramos que los ecologistas habían obligado a reducir el número de vacas porque sus boñigas contaminan mucho la atmósfera. Estos días, en cambio, la curiosidad que nos llega desde la distancia es más pintoresca: es la coronación de la nueva reina de los maoríes, más o menos del veinte por ciento de los habitantes.
Aunque el país es una monarquía perteneciente a la Commonwealth y, por lo tanto, el monarca y jefe del Estado es el rey Carlos III, actualmente el Gobierno es conservador. Pero lo más curioso y original es que existe otra monarquía, la de los maoríes, la etnia original que cumple la legislación, aunque manteniendo sus tradiciones ancestrales con un rey propio que es quien encabeza su representación. Hace dos semanas falleció el veterano titular de la Corona, Taheitia, que llevaba dieciocho años en el cargo. La sucesión es hereditaria, pero no necesariamente del hijo mayor.
El sucesor es designado por un consejo integrado por doce ancianos que entre los tres príncipes optó por la hija menor, que será la segunda reina en la historia que se remonta a mediados del siglo diecinueve . La nueva reina tiene 27 años, estudios superiores y quizás lo peor para su popularidad es el nombre, un tanto enrevesado para recordarlo: Nga Wai Hono i te po Paki. La proclamación, a pesar de ser una mujer ha sido muy bien aceptada por los suyos, que llevan ocho días de celebraciones, vestidos de acuerdo con su tradición, con la música y bailes tradicionales.
La nueva reina anunció que desempeñará el cargo desde la tradición adaptada a las imposiciones de los nuevos tiempos. El único diputado maorí en el Parlamento fue felicitado por sus compañeros. En cambio, el Gobierno, contrario a las diferencias raciales y a la influencia que ejercen las autoridades autóctonas, con sus reivindicaciones y resistencia a acatar las disposiciones oficiales, ha optado por la indiferencia y más cuando se extendió la apreciación popular de los maoríes jóvenes de que la nueva reina es el “rostro de la renovación“.