La muerte de Trujillo y la apuesta de Estados Unidos por una República Dominicana modelo

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Santo Domingo.- El 30 de mayo de 1961 marcó un punto de quiebre no solo para la República Dominicana, sino para el equilibrio hemisférico en plena Guerra Fría. Rafael Leónidas Trujillo, dictador durante más de tres décadas, fue asesinado en una emboscada mientras regresaba de San Cristóbal. Ese magnicidio, ejecutado por un grupo de dominicanos que aspiraban a una transición democrática, despertó de inmediato la atención de Washington.

Un documento clasificado enviado desde Ciudad Trujillo (como se llamaba entonces la capital) esa misma noche, confirma lo que luego sería parte del relato oficial: Trujillo fue eliminado por un grupo “que deseaba un gobierno democrático y anticomunista”, según reportó el obispo Thomas Reilly, con información suministrada directamente por el presidente Joaquín Balaguer. La prioridad de Estados Unidos era clara: asegurar que el vacío de poder no fuera ocupado por una alternativa comunista, como había ocurrido en Cuba solo dos años antes.

Apenas semanas después, el senador J. William Fulbright envió al presidente estadounidense un memorando que hoy revela la visión estratégica de Washington para la isla caribeña. Fulbright propuso transformar la República Dominicana en un caso ejemplar de progreso económico y estabilidad democrática bajo los principios de la Alianza para el Progreso. La idea central era convertir las tierras y empresas expropiadas a la familia Trujillo en cooperativas productivas, administradas con asistencia estadounidense. El país debía convertirse en un símbolo palpable de éxito democrático, en contraposición al modelo revolucionario cubano.

El plan incluía la creación de una “Autoridad para el Desarrollo Dominicano” que redistribuyera tierras, fomentara la agricultura, la educación y la salud, y canalizara las ganancias hacia el bienestar colectivo.

Incluso se propuso una cuota azucarera generosa para facilitar la aceptación del plan por parte del nuevo gobierno dominicano. El mensaje era claro: Estados Unidos no solo quería evitar otro Cuba, quería construir una vitrina del capitalismo reformista.

Este momento de la h!istoria dominicana nos muestra cómo, tras la caída de un régimen, los intereses internacionales entran en juego con rapidez, y cómo los pueblos pueden quedar atrapados entre los ideales democráticos y las estrategias geopolíticas de las grandes potencias.

La República Dominicana no siguió el curso ideal planteado en esos documentos. El país enfrentó turbulencias, una guerra civil en 1965 y la segunda ocupación militar estadounidense. Aun así, estos papeles revelan el modo en que se pensaba el futuro dominicano desde Washington y cómo se proyectaba su rol simbólico en la contienda ideológica del siglo XX.

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