París, 7 jul (EFE).- La izquierda francesa protagonizó este domingo una gran vuelco electoral al quedar en cabeza de las legislativas, por delante del bloque macronista, lo que relegó a la favorita, la ultraderecha de Marine Le Pen, al tercer lugar.
Pero el imprevisto mapa político que deja la segunda vuelta anticipa una Asamblea Nacional enormemente dividida y sin mayorías claras, por lo que la gobernabilidad de Francia entra en una fase muy incierta, más aún en un país sin tradición de coaliciones ni alianzas.
El Nuevo Frente Popular (NFP) de socialistas, comunistas, ecologistas y la más radical La Francia Insumisa (LFI) quedó en primer lugar, con entre 195 y 208 diputados (sumando a independientes de izquierda), según las últimas proyecciones.
El bloque macronista, formado por tres partidos, logró de 161 a 169 escaños, con una caída apreciable respecto a los 250 que tenía antes, pero mucho menos pronunciada de lo que vaticinaba la primera vuelta.
Y el tercer puesto fue para la ultraderechista Agrupación Nacional (RN), que partía como gran favorita tras su victoria en la primera vuelta y los pronósticos de los sondeos publicados hasta el viernes, pero que se quedó en 135-143.
A pesar de esta fuerte decepción, el RN logra un resultado histórico, muy por encima de los 89 diputados de 2022, que ya supusieron un salto excepcional desde los 8 que tenían en 2017.
El conservador Los Republicanos (LR) se mantiene a pesar de algunas deserciones al RN y tendría 63 diputados.
Con una participación muy alta, en torno al 67 %, la mayor en varias décadas, muchos franceses parecen haberse movilizado para frenar la llegada al poder de la ultraderecha tras su triunfo en la primera vuelta del 30 de junio.
En una Asamblea de 577 diputados, la mayoría absoluta está en 289, una cifra solo alcanzable con pactos que ahora mismo se presentan como improbables ante el veto de los macronistas y los conservadores a LFI, que tendrá más de 80 diputados.
Explosión de alegría en la Plaza de la República
El imprevisto vuelco que supusieron las proyecciones, seguidas de los resultados que llegaban a cuentagotas, fue recibido con una explosión de alegría en la simbólica Plaza de la República por miles de simpatizantes de la izquierda que se habían congregado en su lugar habitual de concentración.
El líder de LFI, el volcánico Jean Luc Mélenchon, se apresuró a exigir al presidente, Emmanuel Macron, que nombre un primer ministro de la alianza de izquierdas.
Mélenchon afirmó que el Nuevo Frente Popular «tiene que aplicar su programa y solo su programa», y rechazó entrar en negociaciones con la coalición de Macron.
Más prudente fue el expresidente socialista François Hollande, quien fue elegido diputado tras volver a la política activa en estas elecciones, y que reconoció que, sin mayoría absoluta, la izquierda debe mostrar «responsabilidad» para aplicar su programa y pacificar el país tras la fractura de la campaña.
En el campo presidencial, el primer ministro, Gabriel Attal, anunció que mañana presentará a Macron su dimisión, pero se abrió a dirigir un Gobierno provisional debido a la «situación política sin precedentes» y a que Francia inaugura en menos de tres semanas los Juegos Olímpicos de París.
Fuentes del Elíseo avanzaron que Macron, que este lunes viaja a Washington para participar en la cumbre de la OTAN, va a tomarse tiempo hasta que se instaure la nueva Asamblea Nacional «para tomar las decisiones necesarias», es decir para decidir sobre el Gobierno que se pueda constituir.
Y añadieron que Macron, cuando tenga que decidir, como «garante de las instituciones, velará para que se respete la decisión soberana de los franceses».
Muy distinto era el ambiente en la noche electoral del RN, donde su presidente y aspirante a primer ministro, Jordan Bardella, denunció con gesto adusto las «alianzas contra natura» que, en forma de renuncias de candidatos de otros partidos a participar en la segunda vuelta, han perjudicado a su formación.
La líder del partido, Marine Le Pen, no habló a los militantes pero en algunas entrevistas aseguró que lo de hoy fue «una victoria en diferido» ya que la progresión de su partido sienta los cimientos de un triunfo que ve como inexorable.
«La marea ha subido, no lo suficiente esta vez, pero sigue subiendo. Ha sido una victoria en diferido», afirmó.
Los resultados llegaron después de que el RN ganara holgadamente la primera vuelta del 30 de junio, con un 33,3 % de los votos y era el favorito unánime para la segunda ronda, aunque sin mayoría absoluta, en todas las proyecciones demoscópicas.
«Es la mayor sorpresa electoral de nuestra historia», resumió el politólogo Alain Duhamel en el canal BFM.
En algunas ciudades del país las manifestaciones para celebrar la victoria de la izquierda desembocaron en enfrentamientos con las fuerzas del orden, como en Lyon, Rennes, Lille y Nantes, donde habían sido prohibidas, lo que provocó intervenciones policiales para desalojarlas con gases lacrimógenos.