La fuerza del machismo en la política dominicana

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@abrilpenaabreu

La Fuerza del Pueblo acaba de ampliar su dirección política con diez nuevos miembros. Sin embargo, lo que debería ser un ejercicio de fortalecimiento democrático revela una vez más un patrón que atraviesa todos los partidos políticos dominicanos: la escasa presencia femenina en sus órganos de poder.

¿Es porque no hay lideresas preparadas, con experiencia, carisma y formación para ocupar esos puestos? Nada más lejos de la realidad. Lo que existe es una cultura política machista y conservadora que ha hecho de la exclusión una costumbre tan vieja como las siglas mismas.

El PLD, durante décadas, mostró una estructura cerrada, difícil de escalar para cualquiera, pero aún más para las mujeres. La Fuerza del Pueblo, heredero directo de esas prácticas, repitió la historia: en su primera selección apenas incluyó una sola mujer, casi como un gesto simbólico, un “no dejarla fuera”.

No fue sino tras la presión social —de mujeres dentro y fuera de la política, que levantaron su voz en nombre de la sororidad— que la organización se vio obligada a rectificar. El resultado: convocar un nuevo proceso exclusivamente para mujeres y escoger 21. Fue la única manera de garantizar que tuvieran representación real, porque está demostrado que en procesos mixtos la costumbre pesa más que los méritos: la mayoría vota por los hombres, incluso muchas mujeres.

La política dominicana sigue viendo a la mujer como adorno o soporte en posiciones sociales, siempre y cuando no manejen presupuesto. Y cuando alguna logra escalar, con frecuencia se le exige endurecerse, “amacharse” y convertirse en igual o peor que los hombres que antes le cerraban las puertas.

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La Fuerza del Pueblo, al final, terminó incluyendo más mujeres que cualquier otra organización política. Pero no fue convicción: fue presión y vergüenza pública. Esa es la lección. Las estructuras partidarias son todavía un espejo de la sociedad: machistas, excluyentes y resistentes al cambio.

La presencia de esas mujeres en la dirección política no debe verse como un regalo de nadie, sino como una conquista forzada que nos recuerda que en este país la igualdad no se concede, se arranca.







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