la doble vida de Dominique Pélicot

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Dominique Pélicot, el hombre acusado de drogar a su esposa Gisèle para violarla constantemente y también ofrecerla a decenas de hombres para ser agredida durante una década, no comenzó con sus prácticas en 2011, llevaba décadas apuntando a maneras. El francés, afincando en Mazan (Aviñón) desde su jubilación, cuando decidió convertir su vida familiar en una película de terror, ya había acosado y violado antes, aunque hasta 2020 nada parecía apuntar a ello. 

Considerado un marido atento, un padre ejemplar y un abuelo entregado (tiene seis nietos), Pélicot vivía una doble vida en la que los principales engañados eran sus familiares y amigos. Nada les había hecho pensar que el septuagenario se dedicaba a las prácticas más depravadas y horribles que alguien se pudiera imaginar. Ahora, está considerado por los investigadores como un violador en serie: aparte de agredir a su mujer se le investiga por el asesinato y violación de una joven y el intento de agresión de otra en los años 90. 

El pasado de Pélicot está plagado de sucesos desagradables, empezando por su propia infancia. El acusado de violación agravada, drogadicción y abuso sexual asegura que fue violado por un enfermero cuando tenía nueve años. Su abogada, Béatrice Zavarro, apoya el testimonio de su cliente y dice que esto ha provocado “una gran dicotomía” en su personalidad.

Según la letrada, por un lado se comportaba como un hombre “servicial, amable, bueno en todos los sentidos” y por otro “que se descubre a sí mismo por la noche a través de sus desviaciones”. Para ella, la jubilación y el traslado de la familia al sureste de Francia (antes vivían en la región de París) habían debilitado algunas barreras e hicieron aflorar una personalidad oscura que podía tener origen en unos abusos en la infancia. Nada más lejos de la realidad. 

Un bolígrafo espía, un asesinato y éter

Según apunta Le Monde, Pélicot trabajó como obrero, supervisor de obra en una empresa de instalaciones eléctricas y luego se convirtió en agente inmobiliario, antes de vender alarmas, material informático y teléfonos. Su vida era corriente, se había casado con Giséle en 1973, dos años después de conocerse, tuvieron tres hijos y aunque se llegaron a divorciar en la época de los 2000 por los continuos problemas económicos que sufrían, la pareja había vuelto a casarse en 2007. 

Lo cierto es que poco después de esto, según recoge el sumario al que han tenido acceso los medios locales, el hombre fue detenido en 2010 (como ocurriría en 2020) por grabar por debajo de las faldas de mujeres. En aquella ocasión con un bolígrafo espía. Al no tener antecedentes tan solo tuvo que abonar una multa de 100 euros y continuar con su vida. 

Gisèle Pélicot en una de las vistas del juicio.
Gisèle Pélicot en una de las vistas del juicio.
Getty Images

Antes, en 1991 y 1999, mientras se dedicaba al mercado de los bienes inmuebles, el hombre podría haber utilizado un modus operandi similar al que después usaría con su mujer para atacar a dos jóvenes que hicieron uso de sus servicios para visitar viviendas. Después de ser detenido en 2020 en un supermercado de Carpentras tras grabar a tres mujeres, los investigadores descubrieron que lo de Pélicot venía de mucho tiempo atrás.

En el otoño de 2022, el septuagenario fue acusado, a pesar de sus negaciones, de la violación y asesinato en 1991 de Sophie Narme, de 23 años, en el distrito 19 de París, algo que para su abogada se basa solo “en conexiones”. El septuagenario también está acusado de intento de violación a otra joven en Sena y Marne en 1999. Su ADN apareció en el lugar de los hechos y el hombre reconoció el ataque, no así haber usado un arma para reducir a la joven. Ambas fueron dormidas con éter para cometer los actos.

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“Somnofilia, rozando la necrofilia”

Y mientras todo esto ocurría su familia vivía en una realidad paralela. Florian Pélicot, el hijo menor del matrimonio, describe su infancia como normal y a su padre como alguien que “siempre estaba ahí para sus hijos”, que era “bastante educado y respetuoso” con las mujeres, pero que cuando se hizo mayor descubrió que le ocultaba sus problemas económicos a Giséle. Más allá de esto, el menor de los hijos también ha señalado a France Info que sus padres tenían un punto exhibicionista, “podías encontrártelos desnudos por casa”. 

“Mi padre es un criminal y tengo que aprender a vivir con esta realidad grotesca y a aceptar que me destrocen las necesidades de justicia, verdad y el amor que una vez sentí por él”, cuenta, por otro lado, su hija, Caroline Darian, en un libro autobiográfico llamado And I Stopped Calling You Daddy (Ya no te llamaré papá). “Es uno de los peores depredadores sexuales de los últimos 20 años“, aseveraba la semana pasada durante el juicio contra su padre, en el que hay otros 50 acusados de haber violado a su madre. 

No está desencaminada. Psiquiatras y psicólogos que han declarado en el proceso han detectado en Pélicot, según recogen varios medios franceses, una “desviación parafílica”, es decir, un apetito por actos sexuales con personas sin su consentimiento, que combina notablemente “voyerismo y somnofilia, rozando la necrofilia”. Incluso apuntan a que su esposa fue utilizada como cebo para satisfacer sus deseos sexuales. “Se presenta a los ojos del mundo teniendo una relación con la sexualidad ordinaria, sin tener una atracción singular pero a puerta cerrada, en familia, no respeta los límites de lo íntimo y lo corpóreo“, dicen al mencionado diario. 

Los tres hijos de Dominique y Giséle Pélicot.
Los tres hijos de Dominique y Giséle Pélicot.
Getty Images

Algo parecido señalaba este lunes la psicóloga Annabelle Montagne, que declaraba en el proceso judicial ante el Tribunal de lo Criminal de Vaucluse después de haber estudiado al acusado. “Es un egocéntrico narcisista que tenía un deseo irrefrenable de cumplir sus fantasías sexuales“, apuntó, a la vez que dejó claro que no tiene patologías mentales que le impidieran discernir el bien del mal más allá de una adicción al sexo a través de la pornografía. 



Gisèle Pélicot, este jueves.

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Según el propio Pélicot, nunca recibió dinero por permitir a otros hombres violar a su mujer (algo que los investigadores han negado en base a las grabaciones, donde se ve cómo le pagan en la puerta) y simplemente “sentía placer al ver a su esposa tocada por otros“, es más, ha asegurado que es adicto a esto. Habrá que esperar en cuántos casos más participó el conocido como monstruo de Mazan



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