La Cumbre de las Américas: dignidad, estrategia y realidad

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La Cumbre de las Américas ha sido históricamente un espacio de concertación hemisférica para mantener el diálogo político entre las naciones del continente. En esta edición, tres países no fueron invitados. Muchos interpretan esta decisión como una maniobra para alinearse con la agenda de Estados Unidos, pero la realidad es que ninguno de esos tres cumple con los requisitos mínimos democráticos. Su exclusión no fue solo impuesta: también constituye una autoexclusión que se repite en otros foros internacionales.

República Dominicana debe actuar con prudencia. Aunque no podemos forzar la asistencia de nadie, el éxito diplomático de nuestra participación dependerá crucialmente de que la mayoría de los jefes de Estado —no solo cancilleres— asistan. Si las grandes economías del continente deciden enviar representantes de bajo nivel o excusarse, la cumbre podría transmitir un mensaje de debilidad y poner en entredicho nuestro liderazgo regional.

No se trata de sumisión ante Washington, sino de comprender que vivimos en un mundo de realidades asimétricas donde la prudencia estratégica vale más que el discurso vacío. Estados Unidos es una potencia global y sus decisiones tienen efectos directos en la región. Mantener una relación de cooperación sin renunciar a la soberanía representa el verdadero desafío.

República Dominicana resulta útil a Washington en la medida que puede ser aliada o al menos no obstaculizar sus intereses. Nuestra tarea consiste en llevar una agenda propia en paralelo, avanzando los intereses nacionales sin entrar en conflicto directo con la primera potencia mundial. No es sencillo, pero es lo que impone la realidad geopolítica actual.

Si logramos que las mayores economías participen activamente, fortalecemos nuestra posición. Pero si la cumbre se debilita por ausencias notorias, ninguna estrategia comunicacional podrá revertir el daño simbólico. Las naciones que, por una ‘dignidad mal entendida’ o revanchismo sin sentido, decidan aislarse, solo perderán espacio y oportunidad.

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En diplomacia, estar presente constituye también una forma de resistencia. Quien se ausenta se borra. Quien se sienta a la mesa, aunque no imponga su agenda, al menos puede defenderla. En este escenario incierto, lo inteligente no es abandonar el territorio, sino permanecer, participar y tratar de salvar lo salvable. La historia reciente ha demostrado que separados, América Latina y el Caribe tienen poca fuerza. Juntos, tal vez —solo tal vez— puedan construir puntos en común.

**Redacción FV Medios**

**REDACCIÓN FV MEDIOS**